Era la única hija del
matrimonio de Don OBDULIO Y ANA
JOSEFA. Creció en un ambiente reservado, al cuidado estricto de sus
padres. Eran los tiempos de la Tiranía en que los padres tenían control
absoluto de todo lo que hacían sus hijos. Hasta para salir a visitar vecinos,
que por lo general eran miembros de la
familia, se necesitaba de su autorización. Nadie osaba violar esa regla
salvo que quisiera someterse a castigos severos.
Aunque estas normas de
comportamiento existían con tanta rigidez, entre los vecinos había mucha solidaridad. Todo lo compartían,
la comida los días feriados, los besamanos ,la fiesta de palo, las procesiones,
los cumpleaños ,los velatorios, los rezos
a los difuntos, los nacimientos de niños, en fin todo cuanto ocurría en la
comunidad.
A nadie se le ocurría hacer
nada fuera de la regla porque recibía castigo de cualquier persona adulta de la
comunidad. TODOS LOS ADULTOS TENIAN EL DERECHO DE CORREGIR, con apoyo de todas
las familias. Era una costumbre respetada por todos los miembros de la
comunidad.
La Tía Nena obedecía como la
que más a esta regla, conociendo que su violación concitaba el repudio del
resto de la comunidad.
Cuando la tía cumplió sus 20
años comenzó a visitarle un joven de la comunidad en procura de que sus padres
le permitieran casarse con ella. Esta petición debía ser autorizada por Obdulio
y Ana Josefa. Hasta tanto, Mínielo debió aguardar la decisión sin acercarse a
la tía en cumplimiento de la tradición. Esta se produjo, cuando, a su vez, los
padres de Mínielo se reunieron con Obdulio y Ana Josefa a los fines de
conseguir la unión de sus vástagos.
Fueron unos amores a la par
de la tradición .Solo se veían para hablar los sábados y los domingos sobre la tarde hasta entrada la noche y con
la presencia de la madre , quien observaba cada movimiento. No se podían
acercar, no podía haber intimidad de ninguna especie hasta el momento del
matrimonio. Ana Josefa cumplía con esto al pie de la letra. Era su compromiso
de madre hacer cumplir la tradición y eso hacía para satisfacción de ella y Don
Obdulio.
Mínielo se preparo para la
unión. Construyo su casa a unos 800 metros de la de sus padres, con el
propósito de mantener la unidad
familiar. El día del besamanos parecía de día feriado. Toda la comunidad asistió a este acontecimiento.
La felicidad se notaba en todos los presentes antes y después de la ceremonia
de recibimiento de los hijos.
Atendiendo a la tradición la hija se
arrodillaba ante la madre para recibir la bendición y la aprobación de la
llegada del nuevo integrante de la familia. El padre se apartaba en consulta
con el vástago agregado por confirmar cosas que llamaban de “hombres”. Los
asistentes esperaban el anuncio para iniciar la celebración con tragos, bailes,
cuentos, tertulias etc... Don Obdulio, con palabras breves declaro la unión
como santa y para siempre como manda la tradición.
Mínielo siguió la costumbre
de su padre. Se dedico a la agricultura,
a la crianza de ganado, vacuno, caballar, burrar y porcino .Esta actividad lo convirtió en poco tiempo en hombre
importante de la comunidad. La Tía, permanecía siempre a su lado ayudando en
las actividades reservadas a las mujeres y bien orientadas desde niña por Ana
Josefa. Eso lo tenía bien claro y por eso lo cumplía con eficiencia llenando de
felicidad aquel hogar creado respetando las tradiciones heredadas.
Juntos crecieron y se
distinguieron por su trabajo. Los dos parecían uno solo para felicidad de los
padres de ambos.
Ampliaron su radio de acción
instalando una mesa de billar a unos 400 metros de la casa, allí se jugaba
sanamente bajo la dirección de Osvaldo un joven primo de la Tía Nena y de mucho
respeto en la comunidad, a este le agrego en poco tiempo otra construcción en
madera y cana en la que instalo bocinas y un picó convirtiéndose este lugar en el centro de diversión de la
comunidad.
Mínielo y la Tía, además,
instalaron un negocio de comestibles del que se surtía la mayoría de los
miembros de la comunidad, ahí se ganaban la comida diaria varias personas que
contrataron para atender a la demanda
del público.
A poco tiempo el negocio de
Mínielo, bien supervisado por la Tía, su esposa, era la referencia y el lugar
de esparcimiento de toda la comunidad y otras comunidades aledañas.
A Mínielo y la Tía le faltaba para completar
su felicidad procrear hijos. Esta parte para la Tía significaba el ciclo de
todo ser humano, nacer, crecer, desarrollarse, multiplicarse y morir. Pero esta
parte, de tanta importancia para los dos no era posible debido a que la Tía no
nació para concebir. Las consultas médicas así lo determinaron. Por más
esfuerzos que se hicieron no fue posible lograrlo. Para la época la medicina no
tenia solución. Mínielo lo entendió y no le importaba. Para el bastaba con
tenerla a ella, así se lo manifestaba cada vez que hablaban del tema, pera ella
comenzó a deprimirse, la tristeza era evidente cada día.
Se aferro a los sobrinos.
Visitaba varias veces al día la casa de sus hermanos solo con la finalidad de
protegerlos y acariciarlos. Los problemas ocurridos a cualquier sobrino los
asumía como de ella. Así paso largo tiempo, pero esto no era suficiente para
suplantar el vacio que le causaba el no poder tener lo propio.
A pesar de que Mínielo hacia
esfuerzo para que entendiera no lo lograba. Esto ocupo tanto su pensamiento que
ya no sabía lo que hacía y decía. No
pudo soportar el peso que le causaba la ausencia de sus posibles hijos y el
dolor de poder completar la felicidad de darles hijos al hombre que amo hasta
que tuvo conocimiento.
Su hermano Arturo la asumió,
la llevo a su casa hasta que sin saber lo que hacía y lo que decía murió a un poco más de 70 años. Los hermanos y
todos sus sobrinos asistieron a darle el adiós con los ojos bañados en lágrimas. Hoy cada vez
que se junta la familia la Tía Nena está presente en toda conversación.
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