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martes, 30 de agosto de 2016

LA ALEGRIA DE LA MUERTE


          
      
Roberto Rosado Fernández,                                                                                                                                                      Uasd, San Juan  de la Maguana.
        Acelerar un automóvil sin control es divertido pero mata, es placentero pero te elimina, agrada a  la vista pero es sinónimo de desgracia, es la alegría  de la muerte.
A la juventud, en esta alegría le ha tocado la peor parte y a su familia el llanto y la tristeza. Todas las estadísticas que se publican dan cuenta de la cantidad de jóvenes que son víctimas de accidentes  y que pierden la vida como consecuencia de los mismos.
Hay que intervenir urgentemente para la solución de esta alarmante situación. Los porcentajes no se pueden publicar porque son tantos, que a cada minuto pierden actualidad.
Los consejos de los padres no han sido suficientes. La  Escuela ya no es la guía orientadora que moldea la conducta y los modos de actuar de sus dirigidos. Las homilías de las Iglesias ya no surten ningún efecto que influya en la juventud para que no vayan a las agencias a comprar la muerte cada vez que adquieren una motocicleta de alto calibre.
Los escasos programas formativos que se difunden por la radio y la televisión los jóvenes, en una gran mayoría ni los ven, ni los escuchan. Las  oraciones y sugerencias de los padres cuando sus hijos salen en motocicletas a echar carreras no parecen surtir efectos positivos.
Los programas de orientación de las universidades no son suficientes para disminuir la cantidad de accidentes que acaban con la vida de la juventud. Nada  de lo que se ha hecho surte efecto positivo en esta ola de muertes a destiempo. Todo parece indicar que la solución está muy lejos del alcance de quienes tienen la responsabilidad de evitar que desaparezca nuestra juventud y la sociedad, por vía de consecuencia, se quede sin esas mentes jóvenes representantes del futuro de los pueblos.
En los escenarios habilitados para la discusión, no parece encontrarse solución alguna. Hay que  ir a las causas de las altas velocidades. SERÁ EL ALTO CONSUMO DE ALCOHOL por los jóvenes entre 16 y 22 años que está influyendo en acelerar sin control hasta conseguir  la muerte? Será el uso excesivo de estupefacientes por jóvenes comprendidos entre dichas edades? O, tal vez, la ausencia de una política estatal dirigida a controlar la promoción desmedida de ambiciones que sobrepasan el poder adquisitivo de la juventud y lo hace andar de prisa para adquirir por cualquier vía  recursos con que suplir sus exigentes necesidades y, por esa prisa, conseguir la muerte? Será la proliferación de discotecas, las altas músicas, las carreras  nocturnas, las noches sin dormir, el deseo desmedido por brillar, que se crea superior a los demás, el parecer rico, o, tal vez, darse el lujo de mostrar sus habilidades en el volante, a pesar de que nuestras carreteras y calles no están ni construidas, ni diseñadas para esas velocidades?
Cual que sea la razón, sigue originando preocupación en las familias cuyos hijos están comprendidos en esas edades. Se impone la búsqueda de una rápida solución.
Como paliativos les propongo, de ser posible, que cada dia antes de acostarse, las familias hagan un diálogo sincero sobre la situación, busquen fórmulas que fortalezcan los controles  para los espacios de actuación de cada integrante.
La Escuela fortalecer sus programas formativos que garanticen la creación de líneas de orientación permanente a través de los organismos internos de la escuela y las instituciones comunitarias.
Las Iglesias continuar sus orientaciones habituales que garanticen mejores comportamientos y más control de los jóvenes en esa edad  que no  razonan mucho antes de actuar.
El Estado tomar medidas pertinentes para eliminar o disminuir el alto consumo de bebidas alcohólicas y estupefacientes, vigilar las carreteras, las discotecas y demás centros de expendio de bebidas y la justicia, junto al cuerpo del orden aplicar los postulados de las leyes, de modo que las transgresiones se castiguen sin discriminación.
Estos pasos, junto a una evaluación permanente de lo que se difunde en los medios de comunicación masiva serían paliativos para ver si no vemos morir a destiempo los que, tal vez pudieran  ser, de no morir, personas útiles a su familia y a su sociedad.
        

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