Roberto Rosado Fernández,
Uasd, San Juan de la Maguana.
Acelerar
un automóvil sin control es divertido pero mata, es placentero pero te elimina,
agrada a la vista pero es sinónimo de
desgracia, es la alegría de la muerte.
A la juventud, en esta alegría le ha tocado la peor
parte y a su familia el llanto y la tristeza. Todas las estadísticas que se
publican dan cuenta de la cantidad de jóvenes que son víctimas de
accidentes y que pierden la vida como
consecuencia de los mismos.
Hay que intervenir urgentemente para la solución de
esta alarmante situación. Los porcentajes no se pueden publicar porque son
tantos, que a cada minuto pierden actualidad.
Los consejos de los padres no han sido suficientes.
La Escuela ya no es la guía orientadora
que moldea la conducta y los modos de actuar de sus dirigidos. Las homilías de
las Iglesias ya no surten ningún efecto que influya en la juventud para que no
vayan a las agencias a comprar la muerte cada vez que adquieren una motocicleta
de alto calibre.
Los escasos programas formativos que se difunden por
la radio y la televisión los jóvenes, en una gran mayoría ni los ven, ni los
escuchan. Las oraciones y sugerencias de
los padres cuando sus hijos salen en motocicletas a echar carreras no parecen
surtir efectos positivos.
Los programas de orientación de las universidades no
son suficientes para disminuir la cantidad de accidentes que acaban con la vida
de la juventud. Nada de lo que se ha
hecho surte efecto positivo en esta ola de muertes a destiempo. Todo parece
indicar que la solución está muy lejos del alcance de quienes tienen la
responsabilidad de evitar que desaparezca nuestra juventud y la sociedad, por
vía de consecuencia, se quede sin esas mentes jóvenes representantes del futuro
de los pueblos.
En los escenarios habilitados para la discusión, no
parece encontrarse solución alguna. Hay que
ir a las causas de las altas velocidades. SERÁ EL ALTO CONSUMO DE
ALCOHOL por los jóvenes entre 16 y 22 años que está influyendo en acelerar sin
control hasta conseguir la muerte? Será
el uso excesivo de estupefacientes por jóvenes comprendidos entre dichas
edades? O, tal vez, la ausencia de una política estatal dirigida a controlar la
promoción desmedida de ambiciones que sobrepasan el poder adquisitivo de la
juventud y lo hace andar de prisa para adquirir por cualquier vía recursos con que suplir sus exigentes
necesidades y, por esa prisa, conseguir la muerte? Será la proliferación de
discotecas, las altas músicas, las carreras
nocturnas, las noches sin dormir, el deseo desmedido por brillar, que se
crea superior a los demás, el parecer rico, o, tal vez, darse el lujo de
mostrar sus habilidades en el volante, a pesar de que nuestras carreteras y
calles no están ni construidas, ni diseñadas para esas velocidades?
Cual que sea la razón, sigue originando preocupación
en las familias cuyos hijos están comprendidos en esas edades. Se impone la
búsqueda de una rápida solución.
Como paliativos les propongo, de ser posible, que
cada dia antes de acostarse, las familias hagan un diálogo sincero sobre la
situación, busquen fórmulas que fortalezcan los controles para los espacios de actuación de cada
integrante.
La Escuela fortalecer sus programas formativos que
garanticen la creación de líneas de orientación permanente a través de los
organismos internos de la escuela y las instituciones comunitarias.
Las Iglesias continuar sus orientaciones habituales
que garanticen mejores comportamientos y más control de los jóvenes en esa
edad que no razonan mucho antes de actuar.
El Estado tomar medidas pertinentes para eliminar o
disminuir el alto consumo de bebidas alcohólicas y estupefacientes, vigilar las
carreteras, las discotecas y demás centros de expendio de bebidas y la
justicia, junto al cuerpo del orden aplicar los postulados de las leyes, de
modo que las transgresiones se castiguen sin discriminación.
Estos pasos, junto a una evaluación permanente de lo
que se difunde en los medios de comunicación masiva serían paliativos para ver
si no vemos morir a destiempo los que, tal vez pudieran ser, de no morir, personas útiles a su
familia y a su sociedad.
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