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lunes, 1 de junio de 2009

Las fiestas del Espíritu Santo del Batey


Devotos y devotas del Santico del Batey

Imágen Santico Batey



En fecha variable próxima al primer domingo de Junio, en San Juan se celebra la fiesta religiosa “Domingo de Pentecostés”.


Cofradías del Espíritu Santo del Batey


Por: José Enrique Méndez


Dentro del ritual de la Cofradía del Espíritu Santo del Batey de San Juan hay un icono esencial que es parte de esa memoria social, diversa y rica en conmemoraciones en el valle. Esta es pieza clave de esa red infinita de signos que, poblados de creencias, inclinaciones y temores, llenan un universo de imágenes que configuran su religiosidad popular.


Estas cofradías están definidas desde el interior de sus actores a partir de un específico sentimiento de pertenencia, donde cobra fuerza la vivencia de un nosotros homogéneo. En la cofradía se dramatiza en el interior de la comunidad la cohesión social y su identidad definida desde los principios émic y étic como “comunidad del Batey de San Juan”. La escenificación de rituales, la magnificencia de lo simbólico en las ceremonias de la Cofradía del Espíritu Santo.


Las ceremonias no solamente abarcan la familia sino que se proyecta en una fuerte cohesión comunitaria por la apertura de las celebraciones. Estas en su esencia exigen a sus miembros una alta capacidad de acción conjunta, cooperativa, la cual se constituye en elemento de fortalecimiento de sus comunicaciones y de defensa hacia el interior del grupo.


De confección local, el Santo de la Cofradía del Espíritu Santo del Batey, es una de las expresiones de la imaginería escultórica rural de San Juan, el cual pasa a ser un poderoso símbolo que asocia y define como miembro a quienes escogen de manera voluntaria pertenecer a esta comunidad.


El Espíritu Santo representado en las Sagradas Escrituras por medio del símbolo de la paloma (Mc. 1,10), representando paz y reconciliación, y a veces como un torbellino (He. 2) que simboliza la fuerza, y lenguas de fuego (He. 2) en manifestación del éxtasis de los creyentes, es transformado, trastocado, siendo sustituido por el tallado de la nueva imagen popular santificadora evocada. La nueva imagen, a maneras de Ángel o Arcángel, dirige y guía la Cofradía o asociación de fieles del Espíritu Santo de esta antigua comunidad de cimarrones asentados en San Juan.


Las líneas sencillas policromadas de la imagen de porcelana, aplicada su coloración sin ninguna técnica, con barniz natural y pigmentos, es una diminuta figura de un espíritu celestial, de labios rojizos, cabellera y cejas negras brillantes, bien definidas.


El nuevo signo, el Santo de la Cofradía del Espíritu Santo del Batey, es una creación de realismo mágico de la región, que media la relación brutal de existencia, de hombres y mujeres de estas comunidades empobrecidas de la región sur de la República Dominicana con su mundo de esperanzas, conformado por simulacros espirituales, bendiciones, curaciones y purificaciones milagrosas, en su olvidado universo de caminos enfermos de indiferencias, polvos, guazábaras y cambronales.


La expresión de mirada del Santico de la Cofradía del Espíritu Santo del Batey es evasiva, pero penetrante. Con traje escarlata con hordas doradas en los bordes, con dos diminutas palomas bordas en el frente., la imagen es motivo de veneración cada año en fecha variable próxima al primer domingo de Junio, donde se celebra la fiesta religiosa “Domingo de Pentecostés”, festival de atabales de la cofradía del Espíritu Santo en El Batey.


En la mayoría de los casos, llegan personas de todas las regiones en cumplimiento o petición de promesa. Se les ve descalzas, con atuendos, engalanados con vestimentas amarilla y roja organizando actos procesionales, que constituyen una forma de devoción popular muy arraigada en el valle de San Juan.


Estas cofradías tienen un gran valor desde el punto de vista comunitario por la cohesión que propician hacia el interior de los grupos humanos. Entre las características de estas sociedades en San Juan se pueden destacar el profundo sentimiento de pertenencia a un grupo, la capacidad de una acción conjunta, cooperativa, donde afloran sentimientos de solidaridad, que se expresan súbita, o periódicamente, a través de rituales o de simbología ceremonial. Asimismo, las cofradías constituyen un medio para dramatizar esa cohesión social, esas identidades de una comunidad donde el patrono pasa a ser un símbolo. Ellas cobran dimensión en las celebraciones que pasan de ser un fenómeno local a ser espacios a los que concurren personas de diferentes partes del país y del mundo.


Blanca Kais Barinas, con la patria en el corazón


Blanca Kais Barinas


Doña Blanca Kais Barinas lleva la patria en el corazón. Lleva en su alma un trozo de aquello que nos distingue como pueblo. Ella trae en sus recuerdos esos episodios de la vida campesina de un ayer perdido entre las brumas del tiempo. Con una prosa exquisita, fruto de una pluma bien entrenada en las tablas de la literatura, Doña Blanquita nos ha desentrañado la vida del campesino dominicano, sus creencias, sus virtudes, sus alegrías y sus pesares, en una colección de cuentos que ha llamado “El Compromiso”.

Los relatos están narrados en un lenguaje sencillo, diáfano y elegante. Con ellos Doña Blanquita recorre el camino real, lleno de polvo, se adentra en los trillos de nuestros campos y nos lleva por los valles, montañas y cordilleras de esta media isla poblada de recuerdos añejos, como el andullo de Concho Primo.

Las profundidades de los campos están habitadas por miradas tristes en colinas lejanas, donde los bohíos se alumbran con lámpara de kerosene en esas noches rondadas de supersticiones.

En el centro está el fogón y alrededor los viejos cuentan historias de épocas lejanas, salpicadas de misterios y leyendas.

A los lejos el carretero arrea los bueyes en una tarde que se marcha oliente a sudor y en los cielos de la faena una trulla de “lauras” olfatean la presa moribunda.

Son vivencias de las tierras orientales donde Doña Blanquita vivió los sueños rosados de su infancia, para legarnos con su narrativa el recuerdo de un pasado que se va perdiendo con los pasos arrolladores de la modernidad.



Nativa de San Cristóbal, Doña Blanquita fue a vivir con su padre a Hato Mayor, donde anidó las costumbres campesinas que hoy pasan por sus recuerdos como si se tratara de una cinta cinematográfica, y que hoy plasma en “El Compromiso”, donde se plasma el carácter del hombre y la mujer rural, en medio del ambiente cálido que les ha tocado vivir.

Con su narrativa, Doña Blanquita nos recuerda al escritor cubano Onelio Jorge Cardoso, quien nos dejó a su paso por este mundo una pintura inolvidable de las alturas rurales de la tierra del apóstol José Martí, quien también le cantaba al gentío descalzo con una poesía que traspasará incontenible los siglos de los siglos.

“Un silencio incrédulo cubría al grupo sin que nadie se atreviera a romperlo, hasta que Juan, vacío el corazón, con la certeza de lo presentido, le hizo a José una pregunta, una sola, dolida, abierta:

-Por qué vino, compadre, por qué vino?

Y José, mirándolo de frente, fuerte y seguro, sin miedo le contestó:

-El compromiso, compadre, el compromiso.

Y se fue por el camino, delante del alcalde y sus hombres, sabía Dios hasta cuándo”.

En ese episodio, Doña Blanca, muestra la rigidez y la regia formación del hombre dominicano, incapaz de faltar a su palabra, pues sabe que la palabra es sagrada y el que la viola se deshonra, se aparta de la comunidad. José ha venido a cumplir con el compromiso del convite, pese a que en la madrugada ha cometido un terrible delito.

En la colección hay otros cuentos de igual valor narrativo, como “Lluvia Oquendo”, “Si esta tierra fuera mía”, “La Puerta grande”, “El regreso”, “El hombre verdadero”, “La visa de la abuela”, “La Venganza”, “Las Sillas”, y “La última Palabra”.

Antes, Doña Blanquita nos había entregado el poemario “El Giro Azul”, donde encontramos trozos de líricas salidas de su alma:

“El giro azul”

“Un amplio giro azul hizo mi mano

Pero no me asombré de que así fuera

Si hay rosas que se duermen en la arena

Y campanas que suenan en silencio,

Y rocas esperando a la distancia.

Si hay sonrisas tendidas en el viento

Y gotas de ansiedad en los espacios,

¿Por qué mi giro azul es imposible?”.

Doña Blanquita es un remanso de cultura, una biblioteca viviente, con quien uno se llena de paz y recuerdo al leer o escuchar sus anécdotas que brotan al mismo ritmo del vaivén de su mecedora, en la terraza de su antigua residencia en la ciudad de San Cristóbal.

Petion Ville, Haití, en estos días lluviosos de mayo del año 2009.-

HECTOR PASTOR VASQUEZ FRIAS

El Autor es Ministro Consejero de la Embajada Dominicana, Haiti