En las postrimerías del siglo pasado se desató un huracán de robos sobre el pueblo de San Juan de la Maguana. Las autoridades carecían de recursos adecuados para perseguir y castigar los delitos, razón por la cual la mayoría de las veces estos quedaban impunes.
Había poca garantía social, salvo la que cada uno se pudiera dar, según sus medios. Por esa época se hizo cargo de la Jefatura Comunal el General W. Ramírez, hombre astuto y de inteligencia natural. Pocos días después de iniciadas sus gestiones, se realizó un robo. Al serle denunciado el hecho, envió a investigar a su ayudante, quien regresó al poco rato con una chancleta como único y probable indicio del autor. El General Ramírez hizo venir a su presencia a Pedrito Suazo y presentándole el objeto acusador, le dijo:
—Vea esta chancleta y trate de recordar a quién se la vendió.
Pedrito Suazo, que parecía ser el único chancletero del pueblo, después de examinarla, contestó:
—Se la vendí a José Amarillo.
Poco rato después José Amarillo estaba en la cárcel purgando su delito. Con esa prisión se acabaron los robos y volvió la tranquilidad a la sociedad sanjuanera.
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