Relato
Damocles Méndez Rosado.
Eran los días funestos, envueltos en la
oscuridad de episodios amargos que marcaba el fin de un drama lúgubre,
tenebroso y salpicado de sangre.
Días ignominiosos cargados de pesadillas, horror,
cárcel y crímenes.
El
fantasma de la muerte caminabas en los hombros de sicarios infernales.
Era una
noche tenebrosa que se abrazaba a los relámpagos para ver la luz de
nuevos amaneceres en medio de asombros y transitar de los carros cepillos siniestros
símbolos de caravana de muertes y temor.
La noche era espejo de los rayos
de luces, los ruidosos truenos, campanas ruidosas de la noche tenebrosa, que
presagiaba signos angustiosos con la presencia
tormentosa de mensajeros de muertes vestidos con rostros cadavéricos,
manos ensangrentadas y ojos, espejos brillantes , que buscan en la
oscuridad de la noche a su presa.. El tic tac de lentas gotas
lluviosas y una tímida luz que penetraba al interior de la vivienda
desprendida de los relámpagos, era una señal mensajera de los que ocurría
frente a la morada situada en la Calle Caonabo Casa 24 en el municipio de San juan de la Maguana.
Soldados empapados en aguas, carabinas
Cristóbal, fusiles punteados con filosas bayonetas, rectos y grotescos en el
rostro, levantaron sus armas en medio de fúnebres sonidos de manipuleos
de armas con su habitual ritual de sonidos crac, crac, crac y en medio de
la orden.
- Fello Méndez, salga….., tres minutos y van
dos.
Corre uno, dos minutos, de nuevo las
ametralladoras repiten su himno fúnebre crac, crac, crac. Un golpe profundo en
la ventana despierta el vecindario.
- Fello Méndez, tres minutos y van dos.
En
medio de los sonidos crac, crac, crac, Fello Méndez, entre sueños y
asombros, con movimientos rápidos se viste. Se para pensativo, mira a su
alrededor, el estupor reinante en el interior de la vivienda es
sorprendente. Los truenos con sus ronquidos y relámpagos y con sus luces
acompañan el habitual apagón de la noche. No hay tiempo para buscar linternas,
fósforos, lámpara, el temor se apodera de la familia que en medio de una
horrible pesadilla y asombrado ante el infernal espectáculo, solo
una idea se aferra a la menté, la muerte segura en la oscuridad de la madrugada
fría y tenebrosa. Vuelven el trinar de los sonidos funerarios de las ametralladoras
Cristóbal,crac,crac,crac, acompañado del cada vez más amenazante grito casi
desesperado del cabo Lembert,
- Fello Méndez tres minutos y van dos
coño.
Fello
Méndez, de figura esbelta, de piel blanca, zapatos y pantalones negros, camisa
blanca mangas largas, corbatín negra y lentes de vidrio redondos, se pone de
pié y lentamente se asoma a la puerta, todos se miran , una sola idea
arropa la imaginación, la noche es cómplice del escenario.
Fello Méndez con paso lento, no pronuncia
palabras , el momento no es el primero en su vida de postura desafiante al
tirano, en forma despaciosa y segura abre la puerta, vuelve la mirada al
interior de la vivienda, apenas da el primer paso para salir , los soldados se
ponen en guardia, sus miradas están fijas en su rostro atento a cualquier
movimiento,. el momento es tenso, angustioso, la bestialidad sanguinaria está
presente en los ojos de aquellos soldados que sólo esperan una orden para
actual.
El cabo encargado de la patrulla, con mirada
fija en el rostro de su presa, preguntas, ¿por qué usted rompió el retrato del
jefe, dígame…, Fello Méndez no responde, el cabo se desesperó y sigues
exclamando, dígame, dígame, dígame o sinooooo…, el cabo no logra terminar la
frase, los soldados levantan sus armas, los ruidosos truenos suspendieron
su sinfonía y el silencio de la noche se suspende para oír de nuevo
el crac, crac, crac de las carabinas Cristóbal a lo que el cabo responde con
voz ronca y con autoridad.
- Alto,alto/ y acercándose al rostro silente
y firme de Fello Méndez y con palabras pronunciadas entre cuello, le dices
vamos, camine. El momento se llena de sorpresa, las voces que infundían miedos,
cargadas de rabias desesperadas, cambian.
En el rostro del cabo Lembert, se
dibuja de repente una imagen que va cambiando de tono rabioso e impulsivo a un
rostro minado de tormentos, parecería que estaba pasando por una trágica
situación de angustia en su interior. Lembert se torno más humano. De nuevo
pronuncia la siguiente palabra, caminemos, y separándose de los soldados,
se acerca más a Fello Méndez y le dice: Me mandaron a buscarlo porque rompió
el retrato del jefe, a lo que rápidamente Fello Méndez dijo si, y
responde el cabo ,perooo, se ha medito en tremendo problema y Fello responde
,sin ante mirar atrás a los soldados y les dices al cabo, en voz baja:
- Los días de Trujillo están contados
-¿ porqué,
pregunta el cabo
-Por los problemas con la iglesia, respondió Fello Méndez.
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