Roberto Rosado Fernández
Profesor UASD, San Juan de la Maguana.
Tomar lo que no es suyo es ya un fenómeno
común en nuestra sociedad y en nuestra historia. Esta actitud la legalizaron
los Españoles a su llegada al Continente en 1492 cuando se declararon dueños de
unos territorios que ninguno de sus habitantes le regalo, le arrendo o le vendió. Fue tan
grande la estafa que a Guanhani le cambiaron su nombre original por el de San
Salvador, a Cuba por el de Juana, esposa del rey Felipe, el hermoso y, a la
Isla de Haití, hoy República Dominicana y República de Haití, le pusieron La
Hispaniola. Con que derecho…?
Los Piratas Corsarios, en la
segunda mitad del siglo xvi, vinieron a la Isla, en labor de saqueo, llevando
en sus embarcaciones la identificación principalmente de Francia, denotando con
ello que el saqueo era iniciativa de
ellos y sus aliados y que el robo tiene un componente Estatal.
Las Devastaciones de 1605 y 1606,
allanaron el camino para que Francia ocupara parte del territorio desocupado,
hoy Haití, e impusiera su modelo esclavista de producción haciendo más difícil
la vida de sus habitantes originales y los traídos por ellos.
Esto significa mucho. El poder Feudal se impuso por la
fuerza despojando a sus habitantes hasta del
derecho a la vida sometiéndolos a una espantosa esclavitud y a las
formas más atroces de maltratos físicos y emocionales.
La cultura de la
imposición que iniciaron los españoles y siguieron los Franceses, ha seguido intacta solo cambiando la manera
de hacerlo y, apropiarse de lo que no es suyo se ha convertido en actividad del
diario vivir.
Las leyes creadas para perseguir a los que se apropian de
los recursos asignados a las
instituciones del Estado, parecen no existir y los mecanismos creados para su
aplicación parecen no conocerlas.
Esta circunstancia declara a un reconocido delinquidor como
inocente y a un trabajador asiduo, reconocido por todo el pueblo por su
trabajo, como culpable. La justicia no se da por enterada. Solo se le
aplica a los débiles que no tienen
dolientes ni padrinos.
Así las cosas quien delinque es el honorable y puede exhibir
sus riquezas hasta con ironía, ocupar los puestos públicos con altanería,
decidir con su influencia lo que se debe hacer en cada circunstancia, no pagar
impuestos, cruzar la luz roja de los semáforos, romper los letreros que los
condenan o rechazan su accionar, no pagar los servicios públicos, andar sin
placa o usar una oficial, exhibir armas de todo calibre, instalar su propia
línea telefónica tomada de los vecinos, depredar el bosque, secar los ríos,
entre otras tantas barbaridades bajo la mirada indiferente de los que tienen la
obligación, de acuerdo con la constitución y las leyes, de someterle a la
obediencia y hacer que pague por el problema que le causa a la sociedad.
Los medios informativos, radiales y escritos, recogen en sus
páginas estos comportamientos, los dan a conocer cada día sin que se observe
ninguna iniciativa institucional y estatal para que este mal se corrija.
La inseguridad se ha apoderado de una gran parte de la
población. El temor a perder lo conseguido por el trabajo hace que la gente se
ausente de las actividades cotidianas dejando los lugares públicos, ya sea de
esparcimiento o cultural, con las sillas
vacías.
La sociedad se le ha dejado a los nuevos portentosos que
cobijados en su fortuna y la imposibilidad de que se le aplique justicia,
asumen el control de todo cuanto se realiza en las comunidades por apartada que
esta sea.
Esta situación solo es posible revertirla uniendo voluntades
para crear un escenario distinto al que vivimos hoy en donde las leyes se le
aplique a todo quien la violente sin importar apellido, nivel económico, raza o
religión y las instancias que dirigen el Estado desempeñen el rol para el cual
fueron creadas y sus incumbentes asuman el puesto no como patrimonio personal
sino para servir a la sociedad específicamente el radio de acción de su mandato
o dominio.
Así planteado y concebido, el Estado, las instituciones
gubernamentales, las organizaciones políticas, económicas, sociales, culturales
y religiosas deberán unirse en el propósito de crear una nación
digna donde todos podamos disfrutar lo que trabajamos sin el temor de perderlo
por la cada vez más creciente inseguridad e impunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario