Roberto Rosado Fernández, UASD, San Juan de la Maguana.
La presencia de los Estado Unidos en el 1916 estaba concebida
desde que estalló la primera Guerra Mundial en 1914. Su interés de aprovecharla
económicamente y políticamente hizo que pensaran en la isla de Santo Domingo y Cuba
como puntos estratégicos para el logro de sus objetivos. Para este propósito aprovecharon la
inestabilidad, que fácilmente podían controlar, encabezada por Desiderio Arias
y los Victoria o Quiquises para la intervención militarmente el país en 1916.
La actitud asumida por Juan Isidro Jiménez,
desde el cuartel militar de San Jerónimo de renunciar a su condición de
presidente antes que aceptar la ayuda de Estados Unidos es de gran valor e
importancia. En su carta del 7 de mayo de 1916 señala: “En mi manifiesto a la
ciudadanía de hace dos días, declaré solemnemente que tenia la dolorosa
convicción de que un choque armado entre mis fuerzas, los constitucionalistas,
y los que ocupan las plaza rebelde de la capital de Santo Domingo, determinase
inevitablemente el sonrojo de una intervención norteamericana.” De falsos
patriotas tildó a los rebeldes al preferir darle riendas sueltas a sus
ambiciones personales o de grupos antes que el interés general de la nación.
Solo hay que leer el tercer párrafo
de su misiva dirigida al pueblo dominicano desde el palacio de gobierno cuando
dice: “ sordo el espíritu de los rebeldes a los plañideros reclamos de
patriotismo, el verdadero, el auténtico, no del que pregona por las calles y
plazas sus hipócritas tonalidades para encubrir tenebrosas combinaciones
políticas, sino el que prefiere el sacrificio del deshonor del poder que
perturbe la diáfana serenidad de la conciencia dispuestos los autores del golpe
de estado del 14 de abril a hundir la
nacionalidad antes que renunciar a su febril ansiedad de poder, se imponía una
alternativa al presidente; regresar a la
mansión presidencial entre ruinas a disfrutar del poder reconquistado
por valor extranjeras o la inmolación”
Estas palabras catapultan a Jiménez
y lo colocan en un círculo exclusivo de defensores del nacionalismo que pregonó
nuestro Juan Pablo Duarte.
Su granadesa se refleja aún más
cuando en el párrafo cinco (5) de su renuncia expresa; “comprendo las
desgracias que se ciernen sobre la República Dominicana y el aspecto jurídico
especial que ofrece el organismo de las
instituciones en momentos con el actual en que renuncia a la presidencia
constitucional de la República Dominicana ante el País, ante la Nación
soberana, no ante las Cámaras revolucionarias y apoyadas por las fuerzas
desleales”
De esta manera interpretaba el momento
histórico que vivía el país, la desgracia que le esperaba, pues, tras su renuncia y la negativa de Francisco Henríquez
y Carvajal de aceptar la Magistratura del estado en esas condiciones, los
norteamericanos aplicaron el contenido de la convención Dominico- Americana de 1907 que, además de
entregarle la soberanía económica a los Estados Unidos, le otorgaba el derecho
de intervenir militarmente el país en caso de la existencia de “ Conflictos” que impidieran los pagos de
las compromisos económicos contraídos.
Es tan grande y tan importante su
percepción que merece análisis permanente, sobre todo del profesorado. En el último
párrafo de su carta de renuncia dice: “la historia apreciará la hora del
supremo balance la trascendencia mi gesto, la gravedad del delito cometido que
arroja sombras a sus actores y traerá días de duelo sobre la nacionalidad
inflexible como de ser el fallo de la posteridad.”
Los norteamericanos intervinieron
el país durante ocho(8) largos años dejando las bases estructurales que dieron
paso a la tiranía trujillista los doce (12)años de Balaguer y los Gobiernos sub-siguientes cuya actitud refleja las previsiones futuras
que ocurriría en nuestro país hechas por Jiménez en 1916.
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