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martes, 2 de mayo de 2017

JIMÉNEZ, VISIÓN HISTÓRICA





Roberto Rosado Fernández, UASD, San Juan de la Maguana.
 La presencia de  los Estado Unidos en el 1916 estaba concebida desde que estalló la primera Guerra Mundial en 1914. Su interés de aprovecharla económicamente y políticamente hizo que pensaran en la isla de Santo Domingo y Cuba como puntos estratégicos para el logro de sus objetivos.  Para este propósito aprovecharon la inestabilidad, que fácilmente podían controlar, encabezada por Desiderio Arias y los Victoria o Quiquises para la intervención militarmente el país en 1916.
La actitud asumida por Juan Isidro Jiménez, desde el cuartel militar de San Jerónimo de renunciar a su condición de presidente antes que aceptar la ayuda de Estados Unidos es de gran valor e importancia. En su carta del 7 de mayo de 1916 señala: “En mi manifiesto a la ciudadanía de hace dos días, declaré solemnemente que tenia la dolorosa convicción de que un choque armado entre mis fuerzas, los constitucionalistas, y los que ocupan las plaza rebelde de la capital de Santo Domingo, determinase inevitablemente el sonrojo de una intervención norteamericana.” De falsos patriotas tildó a los rebeldes al preferir darle riendas sueltas a sus ambiciones personales o de grupos antes que el interés general de la nación.
Solo hay que leer el tercer párrafo de su misiva dirigida al pueblo dominicano desde el palacio de gobierno cuando dice: “ sordo el espíritu de los rebeldes a los plañideros reclamos de patriotismo, el verdadero, el auténtico, no del que pregona por las calles y plazas sus hipócritas tonalidades para encubrir tenebrosas combinaciones políticas, sino el que prefiere el sacrificio del deshonor del poder que perturbe la diáfana serenidad de la conciencia dispuestos los autores del golpe de estado  del 14 de abril a hundir la nacionalidad antes que renunciar a su febril ansiedad de poder, se imponía una alternativa al presidente; regresar a la  mansión presidencial entre ruinas a disfrutar del poder reconquistado por valor extranjeras o la inmolación”
Estas palabras catapultan a Jiménez y lo colocan en un círculo exclusivo de defensores del nacionalismo que pregonó nuestro Juan Pablo Duarte.
Su granadesa se refleja aún más cuando en el párrafo cinco (5) de su renuncia expresa; “comprendo las desgracias que se ciernen sobre la República Dominicana y el aspecto jurídico especial que  ofrece el organismo de las instituciones en momentos con el actual en que renuncia a la presidencia constitucional de la República Dominicana ante el País, ante la Nación soberana, no ante las Cámaras revolucionarias y apoyadas por las fuerzas desleales”
 De esta manera interpretaba el momento histórico que vivía el país, la desgracia que le esperaba, pues, tras su  renuncia y la negativa de Francisco Henríquez y Carvajal de aceptar la Magistratura del estado en esas condiciones, los norteamericanos aplicaron el contenido de la convención  Dominico- Americana de 1907 que, además de entregarle la soberanía económica a los Estados Unidos, le otorgaba el derecho de intervenir militarmente el país en caso de la existencia  de “ Conflictos” que impidieran los pagos de las compromisos económicos contraídos.
Es tan grande y tan importante su percepción que merece análisis permanente, sobre todo del profesorado. En el último párrafo de su carta de renuncia dice: “la historia apreciará la hora del supremo balance la trascendencia mi gesto, la gravedad del delito cometido que arroja sombras a sus actores y traerá días de duelo sobre la nacionalidad inflexible como de ser el fallo de la posteridad.”
Los norteamericanos intervinieron el país durante ocho(8) largos años dejando las bases estructurales que dieron paso a la tiranía trujillista los doce (12)años de Balaguer y los Gobiernos sub-siguientes  cuya actitud refleja las previsiones futuras que ocurriría en nuestro país hechas por Jiménez en 1916.

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