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lunes, 8 de abril de 2019

FRONTERA UNA RAPSODIA EN GRIS



GINA MEDINA FARIAS, M.A


El arte en sentido general, es el lenguaje simbólico en que todo artista ha elevado su voz a través del tiempo  con sorprendentes ideas, fantasías, comentarios, denuncias satíricas, revelaciones personales ya sea plasmado en piedra, lienzos, en letras o sencillamente en combinaciones de sonido y tiempo, logrando llevar así una comprensión mayor de la conducta humana en el contexto histórico en que este se ha desarrollado.


La fuente del poder creador del hombre se manifiesta cuando este de la nada concibe un pensamiento, engendra esa semilla logrando proyectar en imágenes sus ideas, su cosmovisión de acuerdo al código de valores en que se encuentre basamentado su universo.
Por lo tanto resulta ser algo sine quanon, convirtiéndose en cuasi obligatorio, que los artistas dentro de sus diferentes áreas, al trabajar en un tiempo y espacio específico,  compartan una herencia sociocultural llena de préstamos étnicos, de los bienes tangibles e intangibles, donde en consecuencia todos tendrán un punto común de partida.  
Esto nos lleva a teorizar que tanto en las artes como en la política existen personas conservadoras que tratan de resguardar a capa y espada los valores tradicionales mientras que los individuos que son liberales y progresista se preocupan mayormente por el vanguardismo adelantándose a realizaciones posteriores trillando un camino escabroso y poco seguro pero muy revelador de ese posible futuro. 
Desde que contemple la obra Frontera de Luis León Medina, me di cuenta de que me encontraba  ante un artista ecléctico.  Siendo revelado por los sistemas de valores y cosmogonía empleados, coexistiendo este en una característica muy particular debido a su herencia tanto genética como histórica.  Al mismo tiempo se percibe un artista vanguardista que se ha revelado contra lo establecido revalorizando así y reescribiendo la historia desde las cerdas de su pincel y de la sinfonía de colores que emplea en su paleta.
En una primera mirada, me quede absorta iniciando como siempre  una mirada holística de ella en donde sus elementos cobraban vida ante mis ojos.  Unas letras danzarinas bailoteaban en mi cerebro susurrando las palabras frontera rapsodia en gris y en fracciones de segundos hizo una serie de conexiones trasladándome a un mundo paralelo donde en una alegoría podían converger los griegos recitando libremente los poemas épicos de Homero y los dominicanos cantando las gestas a la patria.
Dando un salto cuántico a un mundo mágico en donde una paleta de colores fríos me llevaba de la mano a las brumas de un pasado, en donde las volutas del tiempo quieren desvanecer una historia escrita con sangre catapultándome hacia un futuro incierto casi apocalíptico.
Una segunda mirada me ha hecho hacer una especie de exegesis que en verdad quiero ver esta obra con los sentidos del artista.  Siento como si entrara bajo su epidermis y trato de ver con sus ojos  como estos trazos suavizados por las crines del pincel me llevan al ethos del alma del autor logrando desnudar lo que su subconsciente quiere revelar. 
Luis León nace precisamente en el centro de Babeque, la amada Quisquella, en el cacicazgo de la Cacica Anacaona la reina del Maguana,  en donde la provincia de San Juan, fue testigo de una de las batallas más sangrientas que cerró con broche de oro la independencia y soberanía nacional, donde el General Cabral combatió cuerpo a cuerpo con Anthony Pierre, el temido duque de tiburón y en una decisiva maniobra de su espada cerceno su cabeza cubriéndose de sangre y gloria la historia dominicana.   Y precisamente, es esta carga genética ancestral en donde al artista se le hace imposible abstraerse de ella y en donde es ella quien cobrando vida hace las conexiones que necesita para encontrarse con parte de sus raíces.
Si observamos el lienzo, vamos a ver en primer plano unos postes de cemento que a mi entender pueden representar la herencia del General Gregorio Luperón, el centinela de la frontera, haciéndole un llamado a los hombres de la Republica Dominicana donde nos insta a estar en estado de alerta por lo que pudiera ocurrir en un futuro cercano.
El alambre de púas, nos dice que existen unas barreras que van más allá del idioma encontrándose en todas las dimensiones: sociales, económicas y trascendentes que siempre chocaran con los valores bien profundos y arraigados que se encuentran en el corazón del verdadero dominicano.
Si profundizamos en el cuadro, vamos a notar que estos elementos se pierden en la bruma gris de la conciencia llevándonos a recordar que esta es una lucha antagónica y sobre todo vieja, que si resquebramos la niebla espesa que trata de hacernos olvidar esos años de esclavitud y sometimiento, esta obra nos insta a que releamos y estudiemos a fondo dichos conflictos ya que el individuo que no conoce sus raíces tiene tendencia a repetir los errores de sus antepasados y por ende no tiene sentido de pertenencia ya que ha ido perdiendo su identidad.
La paleta se tiñe de rojo, que es en donde el artista nos recuerda, que esta pseudo libertad ha sido producto de la sangre derramada por miles de dominicanos que creyeron en un proyecto de nación y que lo dieron todo por defender con dientes y uñas el derecho inalienable de ser hombres libres con una verdadera libertad de expresión.
El letrero de la Constitución, roto en el suelo, con forma de pala recolectora de basura, nos pone de frente a la realidad que nos enfrenta como una bomba que puede explotar en nuestras manos, si nuestros hombres y mujeres que han sido nombrados por el pueblo para defender y preservar lo que en diferentes etapas históricas nos ha tocado vivir, es el mismo pueblo quien se encargara de castigarlos porque aunque los ingratos no tienen memoria, la sociedad sí. 
Ya lo dijo el Presidente Joaquín Balaguer hace varias décadas: la Constitución de la Republica es un pedazo de papel………Pero yo, como mujer nacida y criada en este terruño formada bajo los valores y los símbolos de la Patria Dominicana que tanta sangre le ha costado por mantener su soberanía, me identifico a una con esta magnífica obra del gran pintor dominicano Luis León y junto con los últimos trazos que representa su pincel pongo con toda mi alma mi nombre al lado de  la firma de él.  



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