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viernes, 12 de febrero de 2016

NOTAS DE UN PROFANO LECTOR AL LIBRO DE CUENTO BREVEDAD DE LA SUERTE


Por: Fernando Fernández Duval
Como queira que la miren, Fania J. Herrera es una sanjuanera barriga verde por todos los costados, al derecho y al revés, por qué no decirlo responsablemente, una de las mejores cuentistas dominicana de la actualidad, bautizada en las aguas bautismales de Oliborio Mateo, la Aguita, en Maguana Arriba, mágica por necesidad, por no decir otra cosa que le pega bien a su forma de contar cuentos, porque allá en el Sur de nuestros atabales, dolores y alegrías, de sierras, valles, desiertos, pobreza extrema, ríos y lagos, ella intenta desde su humilde poltrona de escritora modificar la realidad o inventarla con viejos ritos y artefactos mágicos, colocándose en el más allá, en la otra esquina del Universo, que es una vieja costumbre de nuestros ancestros para buscar fortuna, obtener una buena cosecha, echar un mal de ojo, sanar enfermedades, condenar al otro con el dedo fatídico del embrujo, predecir el futuro y otras cosas más, de los cuales Fania J. Herrera hereda el arte de inventar Universos.
Fania es una maestra de lentes transversos aunque no los use, y no sé si de faldones largos, perspicaz, solitaria, bella y encantadora como buena sanjuanera, muy parecida simbólicamente a uno de los muchos personajes que entran en su mundo narrativo, porque al perecer, sus cuentos, muchos de ellos, son autobiográficos no sólo en la forma de narrarlos, sino también en la sustancia y contenido de su argamasa, que salen de su experiencia, de su mundo lúdico familiar y pueblerino.
En Brevedad de la Suerte, con quince cuentos y un prólogo escrito por el recio intelectual y promotor de la cultura sureña Enrique Méndez, que es el libro que comento en esta oportunidad, descubrimos una forma diferente de narrar la historia, en la cual, la primera, la segunda y tercera persona se funden en un solo tiempo: pasado, presente y futuro, como si el tiempo fuera uno sólo y lo demás imaginería, ¡¡qué lo es!!, como lo descubrieron los griegos en el círculo de fuego.
Este estilo, inédito hasta 1985, cuando Fania nos lo dio a conocer sin fanfarria en el primer concurso de literatura del Sur con su cuento “1958 Llorando a Elena”, y donde las imágenes del mundo narrativo que nos presenta, van pasando alrededor de esta mujer singular, Elena, fijando normas al discurso textual de su narrativa posterior y a los personajes ficticios que emergen de la conjunción del presente con el pasado, como una dialéctica que desde las concepciones hegelianas y marxistas no logra superarse todavía, está trabada, y que por el contrario, se repite constantemente como un remolino que da vueltas y vueltas en el mismo lugar y que no se deshace, sino que persiste como una maldita condena como si fuera Sísifo, como si estuviéramos evocando la estructura y el funcionamiento de nuestras sociedades estructuralmente duales, en la que se expresan trágica y graciosamente la tradición premoderna del pensamiento salvaje, la teología y la metafísica, la modernidad como triunfo de la razón y la ciencia y esto que es desilusión y fracaso de la razón y la ciencia que llamamos posmodernidad.
Es justamente este mundo dual de nuestras sociedades latinoamericanas identificadas por el sociólogo y filósofo Mario Bunge y en lo real maravilloso que nos creó el extraordinario Alejo Carpentier, diverso y contradictorio, la queja interior que encontramos implícita en los cuentos de Fania como un dolor en el pecho, expuestos en Brevedad de la Suerte, cuyos símbolos tomados al azar son: “Asunto Ordinal” que presenta dos mundos opuestos, el de la “Primera Dama de la Nación” y las demás, las “Últimas Damas, en medio de las rebatiñas del reparto”, “El General Pedro María” que murió de locura patriotera “en su último chispazo de conciencia”, o el mismo “Brevedad de la Suerte”, en el cual, “Eladio se echó a reír como jamás en su vida”, ¿pero de qué? de su propia tragedia, donde su desvencijada e improvisada casita y “La mitad de su barrio había (n) sido borrado (s) por el embravecido río Ozama”.
La propuesta narrativa de Fania J. Herrera en este nuevo libro no tiene parangón en la literatura dominicana del siglo XXI. Recomiendo a mis amigos intelectuales, narradores, amigos de la literatura y de la buena lectura, adentrarse decididos por este mundo mágico, del cual, os aseguro, no saldrán jamás de este embrujo, que puede ser hasta un riesgo severo, os advierto con toda sinceridad.

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