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Paulo Herrera Maluf - Clave Digital, 02 de octubre 2007
Curiosa y ciertamente, casi todas las mujeres importantes de mi familia han tenido cuerpos generosos y rotundos. Parecería que necesitan mucho espacio para almacenar cariño.
Mi familia, como muchas otras, desde siempre ha estado regida por mujeres. En cada generación, varias matriarcas han ocupado el lugar alrededor del cual gravitamos todos los demás miembros del clan familiar. Incluso en aquellas épocas en las que la autoridad ha parecido emanar de alguna figura masculina, siempre ha estado claro para todos que el poder real – y el genio – residió en las mujeres.
Mujeres grandes, todas ellas. Tanto por parte de mi padre como por parte de mi madre.
Y cuando digo grandes, lo digo en todo el sentido de la palabra. Desde el tamaño del carácter y de la entereza que las llevó a convertir lo extraordinario en rutina con tal de levantar a la familia como Dios manda, hasta la dimensión de sus opulentas anatomías.
Curiosa y ciertamente, casi todas las mujeres importantes de mi familia han tenido cuerpos generosos y rotundos. Parecería que necesitan mucho espacio para almacenar cariño.
La primera de todas esas colosales mujeres lo fue la Tía Atala. Hermana mayor de mi abuela paterna, era la matriarca de las matriarcas. Madre de todos sus sobrinos y sobrinas – incluyendo, muy especialmente, a mi padre – y abuela absoluta de todos los nietos y nietas suyos y de sus hermanas.
Harían falta varios volúmenes para describir todo lo que era Tía Atala. Maestra de generaciones, inspectora escolar, madre trabajadora en una época en la que las normas para las mujeres eran la sumisión y el destierro hacia lo doméstico. Lectora voraz, compositora ocasional y curiosa investigadora de las ciencias ocultas del más allá y del más acá.
Todavía hay más. Tía Atala fue sobreviviente del ciclón de San Zenón, lo cual es mucho más asombroso de lo que suena, pues fue pillada en la intemperie por los feroces vientos del sur que arrasaron Santo Domingo luego que el ojo del huracán y su narcótica calma desprevinieron a la mayoría de los habitantes de la ciudad. Tía Atala tuvo que refugiarse en un zaguán, aferrando contra su seno a su primogénita recién nacida, mientras a su alrededor se desataba una versión húmeda del infierno de Dante. Así preservó este portento de mujer – para suerte de toda la familia – a la Tía Tere, quien llegaría a ser otra gran mujer, tanto en sentido figurado como literal.
Y todavía hay mucho más. Era, a la vez, coleccionista indiscriminada y depositaria de la memoria de la familia. Desde los recuerdos con valor histórico de su abuelo paterno, quien fue general victorioso y prócer de la Independencia, hasta las menudencias sentimentales que sólo importan a los familiares, todos los objetos – ya fueran vivos o inanimados – parecían converger hacia su casa de la calle Santomé, y más tarde a la del Parque Duarte, frente al Convento de los Dominicos.
De los muchos atributos de Tía Atala, sin embargo, no hay duda de que los más espectaculares eran su corazón diáfano y su integridad a toda prueba. Si hacía falta mucho más que la fuerza de un huracán para arrancar de sus brazos a un ser querido, asimismo se requería un imposible para que Tía Atala se atreviera a darle la espalda a alguien necesitado de una mano amiga. Sospecho que era ese su estilo particular de honrar la memoria del abuelo héroe. Más que una oportunidad para cabildear canonjías, para Tía Atala el legado consistía en el deber de apegarse a una conducta intachable y solidaria. Con ella, no podía ser de otra manera.
En efecto, su figura imponía respeto donde quiera que llegara. Y, no obstante, era mucho más cariñosa que estricta; aparte de que era dueña de un sentido del humor agudo y rápido. Sería por todas esas razones que la casa de Tía Atala hacía las veces de centro de operaciones en La Capital para la familia ampliada, pues aparte de los residentes permanentes – que eran Tía Atala y sus dos hijas – casi siempre había alguien más. Las puertas estaban abiertas para cualquier familiar de las provincias que precisara asilo temporal.
Cómo se las arreglaba Tía Atala con su salario de maestra para mantener la casa – con todo y el entra-y-sale permanente de parientes – es un misterio que certifica aún más la magia de esta fabulosa matrona. "
A Yoe F. Santos y Juan Tobias Leon Ortega les gusta esto.
Ramón Saba
"El arte de ser sabio consiste en saber a que se le puede hacer la vista GORDA." (William James) ... je je jeInteresante e inusual tema para mostrar tanta calidad de narración.
Esmirna Rivas Tejeda
....me identifico con este tema, siendo mi madre y tias maternas maestras, ese dia 25 (dia de pago) todavia es famoso para mami, malabaristas como levantaron a sus hijos en medio de adversidades economicas, colmados de valores y educacion. Ejemplos de mujeres ! "mi orgullo" ...por lo que queda de mi parte en decir respeto a las libritas demas...ya solo me conformo con decir "Yo estoy como un Manguito Banilejo, redondita por fuera y dulce por dentro.".... jajaja!...Gracias
Elizabeth Quezada
A mí me encantan, por obvias razones... por fin a las gorditas nos ponen en palestra en positivo. Muy bueno el artículo mis felicitaciones para el escritor y para ustedes identidad... gracias por compartir.
Rossy De Los Santos
Excelente semblaza de Tía Atala, mientras leía me parecía verla en su inmensa mecedora recibiendo con su amplia sonrisa a todo el que llegaba, o sentada en la acera de mi casa en San Juan disfrutando de unos pastelitos de Guiguita en compañía de los pequeños de la familia. Me considero privilegiada de haber tenido la oportunidad de oirla contar anédotas de la familia y de otras vivencias. Un abrazo.
A Maria V Baez le gusta esto.
Dulce Diaz Morfa: es una historia realmente interesante, me encantó!!!!
A Carmen Yvelisse Cornielle y Maria V Baez les gusta esto.
Dulce Diaz Morfa
es una historia realmente interesante, me encanto!!!!
El Lunes a las 22:57 ·
Americo Valenzuela G
Gracias Don Enrique Mendez.
Ayer a las 15:04 ·
Carmen Yvelisse Cornielle
muy hermosa historia de familia...creo que los dominicanos siempre hemos tenido ese patrón de "mujeres gordas y geniales" en nuestras familias...La Tia Atala es la Dona Ofelia de mi familia...gracias José Enrique por compartir tu hermosa narrativa,,,XO
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