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jueves, 6 de enero de 2011

Chichí "El carretillero


Autor: Sobiesky de León


Chichí "El Carretillero”, llegó con la mujer al filo de las doce. Era una hora rabiosa y tropical, caliente como la sangre de los mamíferos. La mujer era una muchacha joven. ¿En dónde la encontraría ¿ De dónde la sacó La muchacha, no estaba allí muy a gusto.

Chichí, era trabajador y le gustaba su pote de ron. Para eso trabajaba, y para darse de vez en cuando un gustazo con una hembra como esa. No tenía mujer fija, es decir, compañera de su miserable vida de jornalero y chiripero. Vivía, en su cuartucho alquilado de los de la “Vieja Clara”, que tenía una cuartería en todo el patio. Su patio, colindaba con el nuestro, que eran la sabana donde jugábamos Neftalí, el hijo de Octavia, y yo.

No puedo desprender ambos recuerdos, el de Neftalí, mi amigo de infancia y Chichí, El carretillero. ¿Cuántos años teníamos ¿ Ocho, Diez…

Era un mediodía, y un sol terrible que lo derretía todo. Nuestras mamás estaban en sus quehaceres preparando el almuerzo de “las doce”, y Neftalí y yo, jugando en el patio.

Cuando Chichí llegó todo presuroso, metió a la arisca muchacha en su cuartucho, cuyas paredes de “tejamaní” empañetada con barro seco, dejaban numerosas rendijas por donde se filtraba curiosos, el sol.

¿Qué hace un hombre con una mujer, solos, en un cuarto semioscuro Cuatro ojos, lo supieron para siempre. La escena era la siguiente:

…En medio de la habitación hay un hombre completamente desnudo, sosteniendo a una muchacha por ambos brazos. La muchacha está semidesnuda frente a él y en panties. Pero la mujer, está llorando. Se ve que no está a gusto allí. Que su voluntad está siendo violentada. El hombre forcejeaba con la mujer que no quería acceder a la intención del hombre. Intentaba deshacerle la única prenda íntima que le quedaba. Ella se defiende, pero es inútil. La fuerza del hombre se impone, y a pesar de las insistentes lágrimas, es arrojada con furia a un humilde catre. Allí, la posee como una bestia, enceguecida por el hambre atroz de una hembra, que le cuelga de la boca como una baba pegajosa y quemante.

Pobre mujer. Aún la veo llorar entre las rendijas de tejamaní de mi infancia. Su cuerpo desnudo y hermoso, que enloqueció a otro triste animal humano. A un pobre carretillero en celo.

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