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martes, 11 de enero de 2011

EL RIO

E. O. GARRIDO PUELLO

ESPEJO DEL PASADO

En el viejo San Juan de la Maguana mencionar acueducto era como referirse a algo fantástico perteneciente al mundo misterioso. La carencia de ese servicio imponía necesidades que había que agenciar la manera de llenarlas. El caudalosos San Juan, vecino del pueblo, tomó a su cargo satisfacerlas, no siempre con cortesía y buena voluntad. Algunas veces se volvía hosco y mal humorado. Entonces la batea o la palangana suplían la deficiencia.

Ni el Ayuntamiento ni ninguna entidad privada se ocupó de preparar balnearios para el servicio publico., pero el río en combinación con la sabia naturaleza ofrecieron como compensación los chorros del Caimán, del Higüero y del Tocón y Las Chorreras detrás del alambique de los Michelen.

El Charco del Caimán era el preferido de los muchachos. Nunca pude saber el origen del nombre. Quizás, como tantos nombres, ironía de algún chusco. La leyenda hablaba de que en el charco se había visto un caimán y que ahí derivaba el nombre. Personalmente la leyenda no me satisface. No le encuentro explicación lógica.

El Charco del Caimán estaba formado en un meandro del río. Pero la utilidad y uso verdadero del charco era jugar a las pancadas. Allí se congregaban diariamente todos los muchachos amantes de este deporte, se formaban partidos y algunas veces hasta se olvidaba la escuela, aturdidos los jugadores en el ruidoso panquear. Cuando este descuido ocurría, los padres con la correa recordaban a los desmemoriados sus deberes. Todos los sanjuaneros eran buenos nadadores desde la infancia.

Frente al pueblo el río se divide en dos formando una isla grande. Cerca de la bifurcación una avenida formó una balsa con apariencia de rancho. Presentaba puertas de entrada y salida en forma de túnel. Un grupo de muchachos que explorábamos el río capitaneado por Fichín, nos sorprendimos regocijados con el bello espectáculo. Fichín, que presumía de gran nadador, y lo era se entusiasmó con nuestros comentarios y rápidamente proyectó atravesarla utilizando lo que parecía un túnel. Los más jóvenes le razonamos que su propósito podía ser una imprudencia, pero temerariamente insistió en ejecutar su proyecto. Se zabulló. Pasó el tiempo moral suficiente para atravesarlo. Nos impacientó la tardanza y cuando estábamos a punto de desaparición, Fichín emergió por el techo de la balsa, medio asfixiado, todo arañado y asustado, después de haber librado una batalla campal con las ramas para salir de la trampa: no había un túnel.

El charco del Higüero era femenino. Balneario de damas y niños. El del Tocón y Las Chorreras pertenecían al sexo fuerte. Cuando mi edad y mis inclinaciones me alejaron del Charco del Caimán, Las Chorreras contemplaban diariamente mi joven humanidad. Jesús María Pérez, de Azua, intimo de la familia, venía de cuando en cuando a pasar vacaciones en nuestra casa. La primera vez que esto ocurrió lo llevé a Las Chorreras. Se sentó en una laja, se echó agua con las manos, se enjabonó, se enjaguó y luego asió la toalla para secarse. Yo miraba atentamente sus movimientos presintiendo el desenlace, pero lo dejaba hacer, Cuando lo vi tomar la toalla le pregunté:

-¿Qué pretendes

-Ya me bañé, me respondió.

-No, amigo, aquí tú estás en Azua para bañarte sentado en una piedra y diciendo y haciendo lo tiré a la chorrera, que era un baño agradable y poco profundo.

Como todavía para esa época en San Juan de la Maguana no se conocían los trajes de baño, los hombres utilizaban el que provee la naturaleza y las mujeres una enagua cruzada por los hombros, después de despojarse púdicamente de sus ropas en algún propicio montecito aledaño al río. No habían mirones indiscretos. El respeto y el decoro prohibían herir el recato de las damas.

De las 11 a las 12 del día era obligatoria la romería al río., de lo contrario la batea se imponía para las abluciones. Mi grupo se reunía en el taller de Manuelico, de donde partíamos con la toalla al hombro y una jabonera en la mano. Cuando el San Juan estaba sucio y crecido, la batea para los que hacían del baño diario un ritual., los otros esperaban pacientemente el permiso del río.

Todos los años para el verano y principios de otoño, el San Juan hace grandes avenidas., pero en un ciclo que puede calcularse en 20 años, las crecientes son extraordinariamente majestuosas. Los dos caños se unen en distintas partes, ofreciendo un importante y soberbio espectáculo. Como en una cinta cinematográfica desfilan vacas, cerdos, chivos y árboles enteros arrastrados por la corriente. Se ven escrepados oleajes que parecen un mar revuelto por las furias del huracán. Como el cauce es profundo, el pueblo no corre peligro. Se divierte desde la orilla contemplando el maravilloso panorama, que sobrecoge el ánimo por su grandiosidad. Las olas juguetean unas sobre las otras y al reventar sobre los obstáculos caen como lluvia de espumas. Qué bello y emocionante espectáculo!.

El río San Juan es muy caudaloso y de una corriente muy viva. Las necesidades agrícolas de la región desvían por medio de canales la mayor parte de sus aguas, las cuales van a fecundar tierras que luego verdeguean en arrozales y diversidad de productos. El río San Juan es la columna vertebral de la región. De él proviene su riqueza y sólida economía.

San Juan de la Maguana, más que sus tierras, llanas y ubérrimas, es su río, de cuyo vientre brota el oro que fecundiza sus entrañas.

El imponente javillar que sombrea las márgenes del río tiene apenas un siglo. Mi tío Rosendo Prevost, fallecido en el 1938, faltándole algunos meses para completar los cien años en conversaciones conmigo me dijo en varias oportunidades que cuando él era muchacho no había jabillas en las riveras del río.

En los tiempos coloniales Yaque del Sur figura en los documentos conocidos como afluente del Río San Juan. Parece que fue el Padre Meriño, quizás por aquello de Yaque del Norte y Yaque del Sur, quien cambió el concepto geográfico tradicional e hizo al san Juan afluente en vez de ser el río principal, como aparece en algunos escritos de la época colonial. Moreau de Saint Mery lo llamaba también San Juan o Neyba, lo que confirma mi teoría.

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