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jueves, 27 de enero de 2011

Trujillo y la Iglesia después de pastoral

Escrito por: Ángela Peña

En la semana del 8 al 14 de enero de 1961 el país fue sorprendido por el Memorándum que los obispos entregaron al Gobierno luego de casi un año de que las relaciones entre la Iglesia y el Estado se afectaran por la famosa Carta Pastoral del 25 de enero de 1960.

Un derroche de abrazos entre prelados y gobernantes colmó las páginas de El Caribe y La Nación después que Trujillo y el “Presidente” Joaquín Balaguer recibieron en el Palacio Presidencial, el 10 de enero, a los monseñores Octavio Antonio Beras, Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Santo Domingo; Hugo Eduardo Polanco Brito, de la diócesis de Santiago; Thomas Reilly, de San Juan de la Maguana; Juan F. Pepén, de Higüey, y Francisco Panal, de La Vega. Beras fue el portavoz.

Parecía que todo había vuelto a la normalidad. Trujillo, aunque sacó el mayor provecho del encuentro y del documento, no detuvo los ataques a la Iglesia, que se producían simultáneos con estos brindis de champaña “por la eterna unión” entre “el poder material y el espiritual”. “¡Brindemos por la felicidad de todos ustedes y por la conservación y engrandecimiento de Nuestra Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana!”, dijo Trujillo, asegurando que “siempre resolveremos a favor de la Iglesia. Nosotros estamos aquí al servicio de ustedes” y dirigiéndose a Balaguer preguntó: “¿No es así, Señor Presidente?” a lo que éste asintió.

Beras expresó gratitud al “Benefactor” por las ayudas que recibían los obispos, declarando que los padres de familia, que tienen el deber de conducir a sus hijos, tienen desavenencias con ellos, “pero fácilmente pueden ser allanadas”.

El intercambio mereció editoriales de El Caribe casi a diario, despachos de AFP y de UPI y la invitación para un agasajo más amplio de Trujillo a los obispos que se celebró el 22 con jamón en lonjas, pavo horneado, roast beef, medallones de filete en su jugo, lengua horneada, chivo guisado, arroz con pollo, torta de macarrones, paella a la valenciana, empanadas de catibía, pescado en escabeche, camarones en Bellavista, langosta a la vinagreta y otras exquisiteces.

Una farsa. Trujillo aparentaba reconciliado pero, por otro lado, en La Nación continuaban los insultos a la iglesia reproduciendo editoriales de Radio Caribe en los que llamaban monos y micos a los sacerdotes. Se referían a la “chorcha católica”, cuestionaban por qué los religiosos tenían que pedir tanto dinero al Gobierno; aludían a los “flamantes obispos que estamos sufriendo en este país” y denunciaban una reunión de jesuitas en el Seminario Conciliar “para pedir cacao ante el Ejecutivo y gestionar que se le tape la boca a esta Radio Caribe por las verdades que está diciendo acerca de las vagabunderías de los autores de la Pastoral y de los curas que pervierten al pueblo con sus prédicas de supersticiones”.

La emprendieron contra Marcial Silva, al que llamaban “el idiota de la Catedral”. “Tendrán que coger ese tapón y ponerlo en el hocico de los curas como el padre Silva y otros delincuentes con sotana para que se vuelvan mudos ellos, pero no nosotros”.

“Obispitos, pervertidores, conspiradores”, eran epítetos a los clérigos. Propugnaban por la enseñanza laica y revelaban un supuesto negocio que tenían en la iglesia Las Mercedes que, a juicio de Radio Caribe debía mejor llamarse “Consorcio de Negocios Tapados”.

El colmo fue una protesta (de Radio Caribe) quejándose al “Presidente” porque supuestamente no los invitaron a la recepción del 22 calificando el hecho como “flagrante violación de la libertad de información”. Dice que sería por temor a lo que hubieran preguntado a esas “anacrónicas sotanas”. Se declaraban hartos “de la constante intervención del clero en la vida nacional”, llamaban a los purpurados “descendientes de Judas” y afirmaban que el de Balaguer era un gobierno teocrático, “que parece estar manejado desde el Arzobispado y no desde el Palacio”.

Trujillo no acalló estas irreverencias y en aparente armonía con la Iglesia viajó a Higüey y se plantó devoto frente a la imagen de La Altagracia anunciando que construiría allí una universidad católica y apropiaría un millón 250 mil pesos para terminar cuanto antes la Basílica. Pepén agradeció manifestando que la comunidad se había honrado altamente en invitarlo.

Lo comparó con Salomón, citó a San Pablo cuando saludó a los cristianos de Tesalónica y expresó: “Más que vuestros discursos y palabras elocuentes son profesión de vuestra fe cristiana los templos magníficos que habéis levantado para honra de Dios”.

Los acólitos del régimen publicaban fotos de cada obra católica donada por el Generalísimo, aun la más insignificante, como el “Volkswagen” modelo 1961 regalado al padre Rogelio Cared para el Santuario de Bayaguana. Beras bendijo el 21 la Feria Ganadera, se recibía con júbilo la bendición del cardenal Richard Cushing, que cabildeó en Boston el presbítero Zenón Castillo de Aza y se oficiaban misas, tedeums, inauguraciones de templos para reflejar una supuesta cordialidad entre Iglesia y Estado que no eran tales. Trujillo seguía resentido por la Pastoral de 1960.

El Memorándum fue arbitrariamente manipulado por la prensa trujillista que sacaba lo que parecía una sumisión de la alta jerarquía eclesiástica.

El sacerdote José Luis Sáez comenta, a 50 años de aquel hecho: “Hasta donde sé, Trujillo quiso dar marcha atrás en su campaña de ataques a la Iglesia y de suspensión de las subvenciones, incluso a instituciones del Estado, pero en manos de la Iglesia, como el Politécnico de San Cristóbal”.

Cree posible que fuese Balaguer el responsable de “aquel acto simbólico que de paso humillaba a los obispos” Añade que cuando Trujillo montó en cólera al leer la Pastoral, sus consejeros le dijeron: “Jefe no se meta con la iglesia, que eso azara”.

Para el ajusticiamiento de Trujillo, empero, continuaba la división. Los ataques de Radio Caribe recrudecían. El “Benefactor” se llevó a la tumba el descontento por el valiente sermón de Fray Francisco Panal, en La Vega, el cuatro de marzo de 1961. Las turbas incendiaron las oficinas del obispado y la casa del padre Luis Federico Henríquez.

En San Juan de la Maguana allanaron la prelatura. Religiosos seguían siendo expulsados y dos bombas estallaron en la librería Duarte y en Polanco Radio, tenidos por negocios de la Iglesia o de parientes de eclesiásticos. También fue bombardeado el Seminario de Licey, Santiago. En Marzo, monseñor Pepén viajó a Roma para informar la situación al Papa Juan XXIII.

Todavía el 28 de mayo se acusaba a Reilly de “adicto al whisky yanqui de baja calidad”. Se había planificado una fuerte embestida para junio, truncada por el ajusticiamiento, el 30 de mayo de 1961.

Areito/Hoy 22.01.2011

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