Unico ylang ylang del pueblo
limpia conciencia embriagadora
el alma desbordada de tu aroma.
Avidas manos de niña
que desconocían el duelo
recolectando gruesos pétalos
para perfumar bolsillos,
las hojas de los libros,
recuerdos del mañana.
Brisa preñada de olores
la que movía la falda
del uniforme kaki
camino a la escuela
bajo la festiva y móvil sombrilla
de amarillas mariposas
cuya libertad entorpecíamos
con hilos de colores
en las tardes veraniegas.
Atrapadas al posarse
sobre las rosadas florecillas,
que fueran algún día
adorno mustio de un baquiní.
Susurro perfumado de misterios,
sendero ignoto de los sentidos
esencia condensada que hoy resbala
por los surcos dulces de la nostalgia.
Por tu olor olvidados
los pedruscos del camino
el polvo sobre los zapatos
el chocolate derretido entre los dedos
el sofoco de la cuesta
el aliento cortado en el apuro
por alcanzar la puerta grande.
Antes de ser ensordecida por el eco
de aquella sirena anunciadora
de las dos menos cuarto de la tarde.
Grisel Lerebours.
Grisel
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