Brevedad de la suerte
por mario de san juan
Si el azar es igual a casualidad, la suerte es su producto, positivo o negativo. Entretanto, yo no estoy aquí para contradecir la eventualidad o la contrariedad que dispone el universo. O Dios, en todo caso. Tampoco alguna ley establecida, como la del diccionario Espasa, quien dictamina particularmente sobre la suerte, diciendo que esta es un “encadenamiento de sucesos considerado como fortuito o casual”. Jamás podría ser de esta manera, porque ningún elemento existe aislado de una fuerza que lo rija. Nunca. Cada manifestación humana o de la naturaleza, un origen, una dirección, un desplazamiento, comprensible o no. Y para machihembrar mi argumentación con la praxis, les digo que yo no vine aquí por un acaso o coincidencia. No. Yo estoy acá por voluntad, mi voluntad. Es por esta circunstancia tan individual que, postulo desde mi solitariedad, y afirmo brevísimamente: no, La brevedad de la suerte no me va a sorprender mirando desde lejos o merodeando por la orilla, ajeno y huidizo, mientras el acontecimiento se produce. Esta tendrá que hacerlo mientras yo estructuro un discurso conteniéndome, o un manifiesto sobre la creencia del talento y el talente. A vuelo de pájaro, confieso que este escrito no pretende absolutamente nada. O, sí, y me contradigo con satisfacción: estas letras urgentes aspiran sobrevolar los planteamientos estéticos de su creadora, Fania J. Herrera. Ella es el motivo vertebral, a resultas, y me niego, embriagado de felicidad. De sus labios escuché palabras afines a mí, ser humano que todavía desarrolla cierta capacidad de asombro como esta artista. Entonces, quise hurgar en la hondura de su verbo, de su pensamiento, internarme por su intimidad, por su planteamiento estético, y que, para regocijo nuestro, ha hecho público en un libro.
El texto empieza con dos criaturas de Dios duelándose en un diálogo insincero: la una es la antítesis de la otra, sin importar el nacimiento común, la misma placenta. Si una es el espejo de la otra, debieran tener el mismo rostro, arrastrar una realidad similar, no ser el génesis y el apocalipsisconviviendo entre sí, según la verdad de los cristianos. Y si una es el reverso de la otra, ¿acaso no es la misma realidad debatiéndose entre dos aguas de un mismo río? El planteamiento está hecho: dos almas gemelas no son una; mas coinciden en algo: en la fealdad de su ancianidad1. Enseguida, un hombre en el andén, jubiloso y complacido, aguarda aparentemente tranquilo, espera por el gusano del progreso, ahí, firme, de pie. Muy adentro, reniega de una realidad ya vivida, padecida en carne y razón. Abarcado por el progreso, transita con una lección de vida: “Así de cruel es la historia”2. Entonces, la ironía bien y toma asiento con nosotros, se luce al sol perfumada de París, y vestida de marca. Qué nice, ¿no? Visión y acción sociales aquí fungen como una muestra fehaciente de la hipocresía en la política3. Más adelante, entonces nos sorprende la certidumbre de la vida y su proyección: el ser es un instante, repleto de penas y alegrías. La vida es una celebración, un acontecimiento fugaz sin suerte. No es posible asociarlas, no. La vida es instantaneidad vívida, y la suerte, en cambio, es una circunstancialidad inaprehensible, resultado de un desencadenamiento vivencial. La suerte te acompañará en tu planificación, en el planteamiento lógico de tu problemática, en tu empeño por superar obstáculos; pero jamás tendrássuerte si osas morar en el lecho de un río4. A veces, solo por amor, consentimos lo indecible. Y después, nos acomete la amargura, el desamor, la barbarie. La relación matrimonial es de dos, indisolublemente. De dos, solo dos. En su interior, o fuera de la misma, prima el amor hacia uno y otrocónyuge. Si el dominio de uno en otro, si la imposición o la supremacía se alojaran en uno de los involucrados, esta provoca que siempre se termine mal. El amor es balance, comunicación, comprensión, vivencia, convencimiento y placer de estar unidos con un mismo propósito: amarse, para ser felices. No es un experimento entre dos amantes, no. Jamas5. ¿Amante de la vida? ¿De cuál? No. Entre la espesura del bosque, desperdigado, lo vi. Era viejo, desmemoriado, abandonado, dando traspiés mientras saludaba los árboles por compadre. Revisto por muchos ojos, un déspota tiembla y cae derrotado con su propia estrategia, en su guerra particular, sin nadie que le rinda tributo. Generalmente, los malos mueren solos6. Es que la vida no es una fantasía, por tal razón, el amor se consume, acaba y nos deja en la boca un sabor a sábila. Por igual, nos va sitiando, acorralando, y a veces, cuando creemos morir de amor, nos olvida, y luego nos mata7. ¿Visión de la muerte? ¿Y cómo? En el ser habitan dos mundos paralelos: uno conocido a medias, y el otro, muy desconocido. Es en este último donde convergen duendes y dioses, el final agazapado que desconocemos; pero que llegará un día cualquiera a despertarnos, para que contemplemos la realidad8. “La vida es así” de fantasmagórica: el amor es un choque espiritual y sensorial, aunque sin resonancias ni daños. Como no transitamos en el futuro, lo que nos mantuvo apartados ayer, puede unirnos hoy, unas horas después del accidente. ¿Que si puede ser posible? La vida todo lo puede. Son escenas imprevistas aguardándonos a unos metros de nuestras narices. Nomás. Eso da para vivir una experiencia invaluable9. C’est la vie. Ay, si las máquinas pensaran. Sin embargo, somos demasiado egoístas para inventarnos un cerebro y ponerlo a competir con nosotros mismos. No. Somos seres muy engreídos, para permitir que una máquina nos mande, que un japonés o un estadounidense sea la competencia de rigor. Mejor que no, y cedo el paso10. La imperfección existe para ser el desafío del individuo. Es la mugre para las uñas. Sobre muchas cuestiones humanas bastante importantes, de alguna manera, ciertas personas anteponen la belleza, su mundo íntimo, a veces excesivo y enfermizo. Aceptarse como se es, varía de sujeto en sujeto. Unos lo aceptan con satisfacción, convencidos de quiénes son en esencia; pero existen los que no escatiman esfuerzos y recursos para abonitarse, para maquillarse los rasgos de su herencia étnica, o negarlos, en algunos casos. En definitiva, lo fundamental es ser. Lo demás, sobra11. Otra lección de vida: nunca pagues un servicio por adelantado. A nadie. De vez en cuando, sin embargo, nos conquista un fulano, y cedemos, sin entender la predicción del número trece. Y de nuevo caemos en la trampa12. La unión matrimonial no es como la libertad. El matrimonio es una jaula, parecida a un ‘tocador’; mas de este, no sale nadie. A él entran dos, con la deformada idea deconvertirse en uno, según el postulado divino. La libertad, en cambio, es estar en medio de todo, y no. Es volar con alas propias, sí. El matrimonio, así como la libertad, se enseñan. A uno, se le insufla aliento, entrega, recursos, y a la otra, nada más se le pone alas. Tú decides, hija mía13. Dios tiene demasiado poder, es una amenaza latente. Nos hizo a su imagen y semejanza, adrede, para poder destruirnos cuando se le antojara. ¿A cuántas peticiones les da cumplimiento? Esta es una cifra secreta, que solo Él maneja. Fuera de toda devoción y ruego, por el contrario, está el libre albedrío, ganancia lograda a fuerza de voluntad individual, si nos acogemos a sus predestinaciones. Las madres enseñan todo lo que son14. La esencia del cuento es la historia que loconforma. ¿Cómo se cuenta una historia, entonces? El artista, o la cuentista, tiene unos recursos dados para desarrollar su historia. Para bien o para mal, dependerá con qué suficiencia utilice estos recursos puestos a su disposición. Que en ningún momento olvide su poder narrático, su capacidad imaginaria y las exigencias del medio de expresión. Un gato en sí mismo es una excelente historia, que vale una dedicatoria.
Notas
1. “¡Al fin de acuerdo!”, página 17.
2. “¡Qué me lleve el tren!”, pág. 19.
3. “Asunto ordinal”, pág. 27.
4. “Brevedad de la suerte”, pág. 23.
5. “Divorcio”, pág. 29.
6. “El general Pedro María”, pág. 31.
7. “El gran olvido”, pág. 39.
8. “Este inusitado valor”, pág. 41.
9. “La vida es así”, pág. 43.
10. “Pequeño travieso”, pág. 45.
11. “Ser o no ser”, pág. 47.
12. “Merecido castigo”, pág. 51.
13. “Tocador”, pág. 53.
14. “Fiel cumplimiento”, pág. 55.
15. “Genéticamente correcto”, pág. 57.
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