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viernes, 10 de febrero de 2012
El Colegio Padre Guido Guildea y el Club Juvenil
Eduardo Dauhajre
El club juvenil de San Juan de la Maguana comenzó a fraguarse al inicio del decenio de los 50 para motivar el estudio, la recreación, la confraternidad y el amor por el arte y la cultura entre los adolescentes y jóvenes residentes en un sector de clave media de la ciudad, que comprendía las calles denominadas entonces Presidente Trujillo (hoy Independencia), Julia Molina (hoy 19 de Marzo), La Trinitaria y Colón.
San Juan de la Maguana es una ciudad dichosa por su tierra prodigiosa en la producción agropecuaria, y por su gente muy dada a la amistad y la relación intensa; y por haber tenido tres santos varones personificados por monseñor Thomas F. Reilly, primer obispo de la Diócesis de San Juan y valeroso defensor de los derechos humanos; por monseñor Renaldo Connors, obispo caritativo que fundó el Hogar de Ancianos, y por José Dolores Grullón Estrella, actual obispo con una gran obra social en las provincias de san Juan, Elías Piña y Azua, por medio de su fundación que ha aliviado la pobreza, elevando la autoestima de los hijos de la región del Valle, mediante la construcción de escuelas, acueductos, dispensarios médicos y múltiples acciones de socorro, asesoría legal y facilitación de medicina barata. Esta obra deberá ser valorada y resaltada con justeza por aquellas instituciones que premian con reconocimiento al mérito el esfuerzo supremo por el bien común.
La idea de fraternizar y ampliar horizontes culturales prendió entre los adolescentes del referido sector y muy pronto comenzó a hacerse realidad el Club Juvenil, cuyas primeras reuniones fueron realizadas en una casa de arquitectura clásica donde residía el adolescente Vitico Michelén.
La casa quedaba en la Presidente Trujillo esquina Colón y fue en este lugar donde se estableció la directiva que tuvo de Presidente a Mario Viñas, 1er. Vicepresidente a quien escribe, 2do.
Vicepresidente a Normandía Lora, quien fuera luego la esposa del reputado munícipe y abogado Dr. Tomás Susana; de Secretario y Tesorero a mis primos Nasry y Rafael Miguel Stefan Hasbún (Mecky), y de miembros a Yocasta Valenzuela, Rafael Acosta, los hermanos Carlos y Lourdes Navarro, y los también hermanos René y Valoy Álvarez.
Luego se cambió el lugar de reuniones a la residencia de la profesora de música, doña Aurora Betances, madre de Mario Viñas, la cual tenía un kiosco en la parte trasera donde se improvisó una oficina para dar seguimiento a las actividades. Y vale decir que hacíamos magia, planeando, creando de todo, tal fue el caso de los requisitos de incorporación al Club Juvenil.
El primer requisito para ser miembro de aquel club era cotizar de modo obligatorio con un aporte mensual de 20 centavos, cobrados semanalmente a razón de 5 centavos por persona. Y el segundo, tener una pareja y rotarla semanalmente en los bailes y otros eventos sociales del club, para asegurar el crecimiento de la organización con apego a los valores de la solidaridad, la responsabilidad y la dignidad.
Las primeras actividades realizadas fueron veladas artísticas al estilo el cine mexicano en boga en esos tiempos, y luego como es natural, nos inclinamos por las corridas de cintas en bicicletas, una versión novedosa de las competencias de caballos, con gran tradición en San Juan desde la época colonial, porque las montañas estaban llenas de miles de potros que originaban un estremecimiento único cuando se acercaban al pueblo trotando con sentida algarabía.
El más famoso jinete de la época fue Polón Caamaño, hijo de don Plutarco Caamaño y primo hermano del héroe constitucionalista coronel Francisco Alberto Caamaño. Recuerdo que en las corridas de cintas de caballos o de bicicletas, las madrinas se colocaban en el pecho una “cuncarda”, que luego entregaban como tributo a los ganadores de la competencia.
La organización del reinado no tiene precedente en la historia del pueblo. Fue un hito incomparable que adolescentes que tenían una edad promedio de 12 años lograran una recaudación impresionante para ese tiempo de 15 mil pesos oro.
La ganadora, luego de tres escrutinios, fue la bella niña Aidita Álvarez, hija de Héctor René Álvarez, administrador del Banco Agrícola en San Juan. El desfile de proclamación de la reina tuvo una acogida masiva, millares de personas recorrieron diversas calles del pueblo y se aglomeraron con firme entusiasmo en las inmediaciones del Hotel Maguana, donde la reina fue coronada.
Unos días antes del reinado, cuando el padre Guido Guildea se enteró que unos mozalbetes habían reunido la extraordinaria suma de 15 mil pesos (en ese tiempo mucho dinero), nos convenció de invertirlos en la terminación de la Escuela Parroquial, una obra de la iglesia para elevar la calidad de la enseñanza en San Juan, que estaba recibiendo el apoyo voluntario de muchísimos ciudadanos, con la donación de blocks y cementos; aún tenemos grabada en la memoria la imagen diligente y entusiasta con esa causa del joven Raúl García, hermano mayor de Heriberto-Pirro-García, socio fundador del Club Juvenil, fallecido recientemente.
Sin lugar a duda que la construcción de la escuela tenía de antemano el respaldo de nuestra entidad, porque se trataba de un gran proyecto educativo que merecía el apoyo de todos los sanjuaneros, y por ello nos adherimos a la causa social del Padre Guido, de suerte que se le hizo entrega de la alta suma recaudada y el mismo sacerdote se encargó de apartar los gastos del reinado en lo concerniente a coreografía y vestuarios para la reina y la virreina.
Guildea era un sacerdote estadounidense al igual que Reilly y Connors, de la Orden Redentorista y había llegado a San Juan de la Maguana en la segunda mitad de la década de los 40, sumando numerosos afectos entre ricos y pobres por su entrega pastoral a obras de bien social y por ser una persona maravillosa entregada a la comunidad y a la escuela que en su honor se llama actualmente Colegio Padre Guido.
El Club Juvenil se caracterizó por la responsabilidad y apego a la formalidad de aquellos jóvenes que vestían con saco y corbata, que llamaban la atención pública, de tal modo que un hombre muy educado y notable sanjuaneño como don Francisco Valenzuela, padre del jurista Emigdio Valenzuela, les hizo un reconocimiento verbal, diciendo que eran muchachos correctos, respetuosos y bien vestidos que marcaban con su elegancia a una nueva generación prometedora.
Quiero hacer un reconocimiento al padre Guildea, tanto por su obra educativa, como por su vínculo inolvidable con la juventud, siguiendo la trayectoria de aquella gran educadora y meritísima hija de San Juan, doña Atala Cabral Ramírez, nieta del Héroe Nacional y jefe de la tropa que selló la Independencia Nacional en la Batalla de Santomé, General José María Cabral y Luna.
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6 comentarios:
excelente.muy explicito no es para menos
Don Eduardo gracias por mantener en alto el nombre de San Juan en la prensa siempre le leo activo
Yo si puedo dar testimonio,de don Eduardo ,es un hombre preocupado por su provincia y su gente
UN MAESTRO DE LA POLITICA
cuanto sentimiento,le felicito
Siempre atento a su pueblo,desde el comercio,el deporte,la politica
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