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Por José Gabriel García, Antologia Literaria Dominicana, Discursos, Semblanzas, Ensayos. Pag. 145, 146, 147, Tomo IV
Al
 calor de un padre y humilde hogar, en  que la virtud y la honradez 
moraban en armonioso consorcio,  nació Francisco del Rosario Sánchez en 
la  ciudad de Santo Domingo el  día 9 de marzo de 1819. Hizo sus 
estudios primarios en  las mejores escuelas de la época haitiana, y los 
último con los presbíteros Antonio Gutiérrez y Gaspar Hernández, 
habiéndose perfeccionado después  con la lectura de buenos libros y el 
roce con los pocos hombres de letras que habían  quedado en el país
Rozones
 de peso, aunque luego se vio que eran infundadas, impidieron que fuera 
iniciado en la idea separatista desde los tiempo de la Trinitaria;  pero
 comunicado después acogió con tanto calor y entusiasmo la causa 
nacional, que en su propaganda y   sostenimiento y llegó a ser de los 
primeros.
La importancia política de que dieron en
 La Reforma sus valiosas relaciones entre  la gente del pueblo, y  las 
aptitudes que desplegó en las luchas que siguieron al pronunciamiento 
del 24 de  marzo, sirvieron de motivo al general Charles Herard  para  
incluirle en el número de los perseguidos a muerte.
Habiendo
 burlado las pesquisas de las autoridades haitianas ocultándose  junto a
 Duarte, Pina y Pérez una enfermedad aguda no le dejó embarcarse para el
 extranjero,. Y esta  circunstancia, favorecida por la de haber 
circulado la noticia de  su muerte y enterramiento en el patio de la  
ermita  del Carmen. Le presentó la ocasión de reanudar los trabajos 
revolucionarios, organizando el club llamado a preparar el golpe 
decisivo.
Casi  madura ya  una combinación  que 
debía principiar con el desembarque de Duarte por  un punto dado, se  
atravesó la llegada de los representantes  que fueron a la Asamblea de 
Puerto Principe, trayendo entre manos el famoso plan  de  Levasseur: 
pero como esta coincidió con la de los presos puestos en libertad por el
 general Herard al jurar la Presidencia, y  la de los dos regimientos 
criollos que se había  llevado en rehenes, creyó Sánchez que no le 
quedaba  a los separatistas otro camino que el de adelantar el 
pronunciamiento, y aprobado su parecer por los demás prohombres 
comprometido, se  lanzó el 27 de  febrero de 1844 sobre la  Puerta del 
Conde, y  al grito de Dios, Patria y Libertad, proclamó la existencia  
política de la República Dominicana.
Su primera diligencia, 
después de dar los pasos necesarios para asegurar la adhesión de los 
pueblos al movimiento iniciado,  fue la de mandar  un a Curazao en pos 
de Duarte, su venerado caudillo, a quien reservo el único generalato que
 según sus patrióticas ilusiones debía  exigir en la República, y un 
asiento distinguido en la Junta Central Gubernativa.
Designado 
 primero para el desempeño de la jefatura del Departamento del Ozama, en
 la  que desplegó tanto celo como actividad,  y llamado después  a la 
presidencia de la Junta Central, en la que hizo  esfuerzos inauditos  
para contrarrestar los trabajos reaccionarios  de Santana,  le tocó caer
 con el golpe de Estado  del 12 de julio, contra el cual protestó con 
energía espartana, en presencia de los trabucos que le tenían abocados 
los sicarios del vencedor.
Invitado  por éste al 
día siguiente a hacer parte de la nueva Junta de gobierno organizada 
bajo sus auspicios, tuvo la condescendencia de asistir a la primera 
sesión, pero viendo que se trataba de perseguir  y humillar al egregio 
caudillo de la Separación, se  retiró indignado, y antes que negarle 
como pedro a su maestro, prefirió correr la misma suerte y participar de
 su desgracia.
Reducido inmediatamente a prisión 
experimentó el terrible desengaño de ver pedida su cabeza en nombre del 
pueblo en nombre  del pueblo que había contribuido  a libertar, y  del 
ejército que  había contribuido a  formar; más comprendido en la 
sentencia insólita en que  hubo de conmutársele esta pena con la  
expatriación perpetua, fue embarcado para Europa en lo más crudo  del 
mal tiempo.
Recogido en las costas de Irlanda como
 náufrago, se trasladó por vía de los Estados Unidos a Curazao, donde 
encontró a su llegada la triste nueva de que Santana había tenido la 
salvaje crueldad de celebrar el primer aniversario de la  Separación con
 la sangre de su tía María Trinidad, y su hermano Andrés Sánchez, 
escándalo sin igual en los fastos de la historia universal
Cerca 
 de cuatro años permaneció en la Isla de Curazao buscando en el estudio 
distracción  a sus  agudos pasares, hasta que separado Santana del poder
 en 1844, le abrió las puertas de la patria el decreto de amnistía  con 
que saludó el Congreso Nacional el advenimiento del general Jiménez al 
poder.
De vuelta a la patria, lejos de encontrar 
en ella la buena acogida que merecía, fue objeto de envidiosas 
rivalidades, y  esta razón le movió a mantenerse completamente retraído;
 pero la pérdida de Azua le  impuso el deber de incorporarse al 
ejército, y  aunque el general Santana le negó el  mando de una división
 de Las Carreras, se mantuvo siempre fuera de la Capital, prefirió a los
 desdenes de  sus amigos, las desconsideraciones de sus enemigos.
Pronunciado
 el ejército contra Jiménez con Santana a la cabeza, le mandó  éste de 
parlamento a la capital, intimando la rendición de la plaza, ya 
sitiada;  pero comprendiendo que era éste un lazo que se le tendía, para
 ver si se quedaba y poderlo entonces perseguir, se volvió al campamento
 de Guibia, no obstante  ser sus amigos de contrario parecer
Esta
 conducta le valió el no salir al destierro y poder quedarse en el país 
ejerciendo la profesión de abogado, completamente retraído de la 
política, aunque no por eso bien visto,  ni tampoco muy considerado, 
situación  en que permaneció  hasta  1855, en que  intereses encubiertos
 que  necesitaban medrar a sus sombra, le indujeron a tomar parte,  a 
última hora y con miras reservadas, en la conspiración  malograda del 25
 de marzo.
A causa de este  paso impremeditado 
tuvo que asilarse en el Consulado Británico y coger  el camino  del 
destierro, donde valiosas influencias le hicieron reconciliarse con Báez
 para combatir  unidos el absolutismo de Santana.
Las
 transacciones políticas realizadas en 1856 le trajeron al país ligado 
en intereses de partidos a Báez, quien electo Presidente de la República
 le nombró comandante de armas de la Capital, posición  que 
permitiéndole tener a Santana preso  bajo su autoridad, le presentó la 
ocasión de demostrar al mundo imparcial la grandeza de su alma y la 
nobleza de sus sentimientos, pues es fama que retribuyo al prisionero 
con un trato decente y digno, las desconsideraciones y ofensas que en 
todo tiempo le había merecido.
Ramificada  por 
todo el país la revolución  del 7 de julio de 1857, marchó junto con el 
general Cabral a la cabeza del ejército levantando para sofocarla, y  no
 sólo durante el sitio de los once meses de luchar una vez con las 
fuerzas sitiadoras en las alturas de San Carlos. Las ofensas gratuitas  
que recibió de los hombres de la  situación a que servía, más que su 
moderación y buen comportamiento para con los contrarios, le permitió 
quedarse en el país después  de la capitulación,  si  bien retirado a la
 vida privad, en el libre ejercicio  de la  abogacía.
Empero
 una  vez proyectada la anexión a la monarquía española, ya  su 
presencia en la patria era un estorbo para sus promovedores, quienes 
cogiendo de instrumento a un extranjeros vil y miserable, quienes 
cogiendo de instrumento a un extranjero vil y miserable, le forjaron una
 grosera calumnia para justificar la resoluciones de deportado a San 
Thomas señalándole una mezquina pensión 
Enfermo 
se encontraba allí,  cuando apoyado Santana por el general Serrano arrió
 la bandera de Febrero para   enarbolar la de España;  pero no pudiendo 
acomodarse a la idea de verse condenado a vivir sin patria, se decidió a
 entrar  por Haití como  como último recurso, y  levantado en El Cercado
 el pendón de la Independencia, invitó a los pueblos de la República a 
emprender la  conquista de sus perdidos derechos.
Desatendiendo 
 su llamamiento y acobardado el gobierno haitiano con las amenazas de 
Ruvalcaba, se vi rodeado de traidores, y al querer abandonar el campo a 
los enemigos cayó herido en una emboscada, y hecho prisionero lo 
condujeron a San Juan, donde  condenado a muerte por un simulacro  de 
consejo de guerra, fue pasado por las armas en la tarde del 4 de julio 
de 1861, junto  con veinte de sus más decidíos compañeros
Restaurada
 después la Independencia Nacional a costa de cruentos sacrificios, no 
tardó en llegar una época de reparación  y de justicia, en la que 
trasladados sus restos de San Juan de la Maguana a la Capital por 
iniciativa de la Sociedad “ La Republicana”, se prestó  el pueblo 
agradecido a celebrar la apoteosis  del héroe y del mártir que poniendo 
en relación  con el fin de su carrera supo conquistar una de las páginas
 más brillantes de  nuestra historia
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