R.a Ramírez Baez
A mi bella Emy Pérez- Ramírez
Me descubro en la sombra del fruto infesto, en el rastro del gusano de seda, en la semilla arrojada del alto cielo. Harto de la búsqueda encuentro un desquiciado espanto. Entonces, me descubro mirando aquí, allá, en las profundidades marinas, en la ausencia del Dios ultrajado; un Dios que descubro jadeante, cansado y torturado por cadenas de lamentos, o por los sueños rotos de un atribulado violín. He descubierto los frágiles tañidos de una vieja campana: vivo condenado por el aire profano de mi presencia.
He descubierto las mil maneras de la tormenta: he encontrado sus destellos en las inciertas coordenadas del destino, en un racimo de caminos, en las raíces de la noche; en un huracán mudo; en el aliento de las olas; en la arena manchada de lamentos; en los nostálgicos intentos de la marea: percibo ese aliento a cuero desgatado del mar; esa insípida nostalgia del tiempo como un estupor del día o como un cruce de puentes rotos. Estoy paradecirte, decirme, y tenerte sobre mi pecho de agua marina, hacerte mi infinito, distraerme en la promiscua sonrisa de tu espalda. Te llevo en los litorales, allí mostrarte el ingenuo descubrimiento de que sí existo; sólo, acompañado, solitario, proscrito y desterrado, abrazado a la austera sombra de tu presencia.
A la salida del sol recibo gotas de alivio,expira mi ilusión: estoy con la mirada fija, atenta y distraída y con los párpados colgados a esa línea de corazón abierto que apuesta a la desgracia: mi único alimento es la despedida. No hay mas austero y la vez profano que escribirte silaba a silaba que estoy realmente ausente, como el rostro de una uva olvidada en el desierto, como un ramo de olivo que será cómplice del Gólgota. Se retuerce a distancia la luz, condeno el abecedario de elogios en la búsqueda insaciable del olvido, en la búsqueda estéril del sueño cuando las estrellas anuncian que la danza ya termina. Te siento desprotegida del espanto, desnuda como un beso en una mejilla fría; descubro que existen islas, islotes, países, naciones, aunque, amargas para tu destierro. Tenerte ha sido la única forma deconstruirte cuando la luna anuncia su despedida; llenarte ese largo camino de azucenas y margaritas que aroman el vacío; te sigo hacia la búsqueda insólita de la nada; tu eres la nada como un día corto, como el aliento con que la hoz corta esos brazos tan lánguidos, tan fijos, y encorvados del martirio.
Te busqué en la cúspide de un cielo ágil, repleto de estrellas; en un mar alejado de islas renuentes a las mareas, de olas ensimismadas con los granos aperlados y rojizos de la arena, te busco como honra a mi desatino, como un sueño oculto entre las algas, como un lejano recuerdo que se lleva póstumo a la tumba. Como una forma de descubrirme tan desudo; tan frágil como aliento de un niño travieso. Acorté distancias; hice el esfuerzo sagrado de las hormigas: ordené undiscreto viaje hacia el infinito; previne un templo a tu morada con los pertrechos de mi derrota. Aun así honro tu presencia con que manifiestas que sólo tú sabes construir, cultivar ese terreno acreditado a la nada.
Me descubro, y te disuelves como una pieza se deshace por el golpe certero del espanto, como certeza del adiós que ladrillo a ladrillo levanta su morada; como el legado insípido del dolor; anheloel brazo de un lejano astro o las pestañas de una estrella asustada en medio de la noche: padezco del vicio de soñarte y seguirte, aunque, me retuerce el ímpetu de tus pasos que ciegamente me conducen a esos predios donde el vino surte el mayor efecto de la razón única. Insisto en la ilusión de buscarte entre las raíces del fruto, entre los enredos de mi corazón, castigado por el deseo de tenerte; por la insoportable lentitud de la clepsidra del tiempo. Tan rotas las alas del tiempo; tan escaso el bálsamo que anhela la herida, tan abierta la ranura que nos separa. Y los latidos del corazón han perdido la disciplina de esperarte y esperarme. Siento que hemos perdido ese alimento del alma cuando la tempestad nos deja envuelto entre tú y yo.
El sueño expiró cuando la fantasía entregaba su vuelo de mariposa monarca; presentí el espectro de tu sombra como un beso italiano; como aquel último beso de Natalia Goncharova a Pushkin; como aquella mirada de Noemí ya entregada a su reino; como aquellas últimas lágrimas del poeta Pedro Mir cuando la muerte había saldado cuentas con las metáforas; como aquel primer beso de Agnieshka, recostados ella y yo a los muros del Kemlin; o aquel amor profano de Olga Mackeeba convertido hoy el más bello aliento del verso. Mis labios apuestan al cierre del escenario: abrir la boca como una codiciada fuente que sólo recibe uvas frescas; néctar de labios hirvientes para degustarlos con el sudor de tus poros; con las secreciones íntimas de tus recuerdos, de tus largasnoches en la ventana cuando la luna te observa: yo estoy a la espera de que arrojes el corpiño al piso; te deshagas del pudor; te despojes de esa timidez; veas en tu cuerpo entre juegos de pezones para recorrerte todo el abismo de la espalda; seguirte el dorso ardiente con un ápice húmedo de silencio; arrojarme en la pendiente de tus ranuras, hasta izar mi bandera en tu cuerpo; allí busco la raíz de aquel tiempo conquistado por la discreta música de mis dedos. Y si algo queda de tus ojos grandes y fríos, Emy es ese aire de intocable con que ciego me llevas al juego de tus pupilas…
Ya tú conoces la música que despierta a los pezones dormidos; conoces los latidos de un corazón desolado como un barco naufrago entre las despóticas olas de los arrecifes; ya puedes olfatear cuando los pertrechos asoman y estoy a la espera de tus poros para fundirme en su fuego; apropiarme del crepúsculo; siento el grito de aves insatisfechas: levanto los brazos en homenaje a la marea. El mar ya no resiste; tu quedas como una mancha sagrada sobre mi pecho; la marea se hace larga y el sol advierte que el horizonte asoma a ser parte de la escena: tu y ahora la sombra de mi presencia. Si insiste, entonces, yo he descubierto la única forma hacerte mi presa; sutil manera de llegar hasta la raíz del nacimiento; sigo entre orgasmos y una nomina de caricias; hacerte una lágrima perdida entre las manos de un Dios ágil y astuto; si tu vuelves a insistir, pido al Supremo cortar las viles pulsaciones del desprecio. Y si teretiras de mi, te hago una presidiaría en tu cárcel que es mi condena.
Por ahí divagan miles de sentencias; un aluvión de navajas; cuchillos afilados con las piedras del escarnio; juicios vertidos por toneladas de repudio y un arsenal infesto de acusaciones a mi, a ti, a él, a nosotros, a usted, si, a usted, si tienes la osadía, valentía y arrojo de enaltecerme, de subirme al pulpito, de elevar una plegaria, un canto de alivio al Yo. Aquí estoy bajo el sol para calentarte en mi pecho. Existe una antorcha que pasa hacia el cielo, de un atleta a otro; no pierdas el fuego viril de la llama; despeja las sombras como un cirujano saca la pus de la herida, como una mariposa abre la tela en busca de luz; busca calor para destejer sus alas, para desprenderse de esa humedad bíblica; entonces, el sol acude como solidario juez del evento; la mariposa con esfuerzo matutino, empieza a competir con el viento, busca lograr su meta: yo obtengo mi propia antorcha; te acredito dueña, ganadora en desafiarme y desafiar a la naturaleza; ella, la misma mariposa queentrega el más leve, ingrávido y bien logrado, obsequio del amor…
No tengo que acudir a nadie para iniciarme en tus pechos; sólo tengo que seguir las huellas de la primavera, voltear las páginas del libro sagrado de tus axilas; leer en tu cuerpo la certeza de que estoy; entregarme al abismo, estrechar los bordes de tus labios y seguir esa larga caravana a que invitan tus piernas; sentirte como un océano consignado a la tempestad; presiento y siento que tu libro sigue adscrito a la música de mis dedos; a los besos, a las caricias ciegas, como inicio sagrado de la belleza; sigo ahí desprendido del abismo, elevo en tus entornos, en las comisuras, el himno que arranca esa mascara que significa tenerte en la posee magistral de tu propio libro: me alimento, me alimentas el alma.
Al despuntar el día fijo la mirada en el metal azulado del horizonte; tus ojos certifican la maravilla del crepúsculo: no hay más que un vino para festejo; el vino de tus mas intimas secreciones; no hay mas que repetir y repetirte que sólo tu reinas el elenco del tiempo. Ya en ti todo esazucena, lirios y nardos; unas gotas de margarita son los argumentos para pedirte y convencerte de la obstinada presencia de la luz.
Tu accedes al fraudulento encuentro de la incertidumbre; a la magistral cita con la muerte; al fin eres mi principio, justo allá donde los acantilados han concertado la tregua; entiendo que tu has logrado desterrar el desprecio para tallar allí tu más preciado aliado: el mar que anuncia música cuando consciente sentirse poseído de los pertrechos de un barco naufrago entre las costas de aquella vieja dolencia que lentamente ha ido muriendo a los pies de tu presencia. Tu previenes el acecho infame de mis enemigos: ellos siempre están ahí como antorchas, ¡que gratis y provechoso su pecaminoso esfuerzo!
He descubierto lo inaudito; lo mas insospechado de la noche y lo despejado del día. Sigo a la espera de tus pechos; estoy en el mismo lugar donde tus axilas juegan su mejor papel de cómplice, busco tus caderas en los bordes más conflictivos del placer; llego a tu edad frutal y tu amis temores de adolescente: se cambian las cartasen ese juego de caricias; en esa apuesta donde sólo triunfa el más perfecto jugador de esgrima: sólo conoce la diana del corazón; esos puntos estratégicos de tu cuerpo: los cristales frágiles delalma.
No me detengo; la materia prima de tuspestañas siguen las huellas de mi destino; así, lo exige esa pasión de perderme entre tus piernas; izar mi bandera sobre ese asterisco ardiente que anuncia el pecado de tus caderas; sigo tan desnudo,tan desposeído de la avara sed tenerte pero entregado, vencido a la pulsación sublime de tu sexo; listo, húmedo, rebelde, indómito que anuncia el pronostico del triunfo donde ranuras, lunares y señas divinas, siguen en alertas par dar inicio a esa batalla donde los pertrechos y agonías se baten para la entrega del manjar. De ti conozco la gloria como las sortijas que calma mi sed de hambriento; tú me has hecho invisible como un relámpago discreto, íntimo a tus caprichos, como un salmo escrito con el soneto ardiente de tus poros, como el verso de un poema sólo escrito en el abismo de tus hombros, como un bálsamo que calma latempestad. Tú, y yo, ya podemos viajar en una ola, podemos perdernos sin dejar rastros: ¡sólo hemos sobornado a la noche!
Vienen estruendos a turbar tu morada, ruidos a entorpecer tu aliento; porque de turbadores e ilusos está repleta mi nación; vienen las voces de aposentos fríos, vienen los murciélagos con sus versos rimados en el espanto, vienen los sonetistasde los arrecifes, vienen ahogados en su litoral de infamia, vienen hacia los predios de su nada, porque no es tu Nada; llegan juntos con los creídos poetas, vienen con la sonrisa de la piedra muda: llegan sin la coma de Whitman; vagamente tintado de las metáforas de Kundera; sin los puntos y seguidos de Blake. Vienen envueltos en su falsa virilidad; talentos falsos de islas reprimidas; islas calcinadas por el desprecio; islotes, archipiélagos, bahías, dejadas a la deriva por aquellos que exprimen sus vísceras: ¿y donde están los buenospoetas? Vienen con su vano intento de quedarse a tocar con sus dedos la miel del Yo; el violín anuncia su retirada. No existe pena; no existe más que el alejamiento del cianuro que salpica a cierta distancia. No se despiden porque nunca (con minúscula) han llegado a los predios de tus pechos; mi aliento lácteo. Ellos dicen escribir sonetos, dicen. Alardean. Pero desconocen la solemnidad del verso; aúllan en la tempestad; se enternecen vagamente con el rumor de lo falso, de un verso escrito con aire pretencioso.
Te he construido gramo a gramo; grano a grano, de sudor a sudores; con los flujos íntimos del mar; detalles a detalles, con gotas de silencio, con partículas del Vacío; con núcleos de la morada de tu pasado, con los tintes nobles y sencillos de la paciencia; con los esfuerzos matutinos del tren detenido por la fuerte nevada. ¡Vivo en Nueva York! Tu yo hemos hechos del desvelo, de los núcleos sagrados del insomnio, nuestra Alcadia. Hemos alejado el odio, el resentimiento, las ataduras de los sexos; si, hemos hecho el amor en la praderas; no hemos tocado en cada ángulo del cuerpo; hemos recorrido los cristales dispersos del alma; hemos cantado nuestra elegía al hombre de trenes, hombres de azadas, hombres de azúcar, mujeres de ébano, hombres de sol; en fin, Emy, hombres del Sur.
Disfrutamos el beso de la esperanza; y el desgarramiento del drogadicto que nos mira con ojos de espera, con rostro de espanto; al gay honesto y elegante, perseguido por la infamia, tu y yo disfrutamos del silencio del mar; cantamos porque tenemos voz libre de los trapecios, alejados de los andamios; de la argucias del mercurio y de los tintes pecaminosos del oro: somos excomulgados del soborno; estamos exentos del oxido; alejados de la infamia. ¡Oh, mi Yo!
Ciego y aturdido expulso las resinas que el arado había depositado en tu huerto; a ellas, las llamaste prejuicios; a ellos les distes alimentos; a ellos los vistes con la túnica de los estereotipos: yo tengo que vivir con ellos como una arteria rota, como una herida abierta, como suerte capciosa que conquista el morbo. Una arteria que amontona un aluvión de mendigos; digo yo, tu dices Yo; tu expulsas ese lodo sepulcral de prejuicios; unidos porque yo abrí la puerta; se tu las cerraras; dará los últimos latigazos a los residuos; tu empujas aquella mórbida resina; tu harás la justa disciplina con tus brazos de Anacana; cortaras con tus aspas crisálidas el oxido que encierra el desvelo; tu lo harás; Yo lo sé.
Me he descubierto entre los lagos Enriquillo y Sumastra: ya no tengo dudas. Me he descubierto en tu hermosa piel de ébano; me he envuelto en tus membranas tan negras; tan lustradas de azabache: tu yo no puedes separarme porque separado estoy; no puedo ya hacerte culpable; mucho menos hacerte mártir: tu puedes vivir en tu franja; Yo puedo vivir en la mía. Me exijo despertar sobre la sonrisa del lago Enriquillo; sigo la ruta de Bahía de las Águilas; un cocodrilo vestido de aura canta su desesperado grito. Me descubro en esa piel tan oscura que dulcemente rechaza el odio; la venganza ha muerto; ella estuvo demacrada a orilla de ambos lagos. Yo te descubrí ahora a ti; te he rescatado del río de los prepucios; he dado origen a tu Patria; he dicho que si tú puedes vivir en tu franja, contento, feliz y agraciado con tu yo; mientras, yo sigo los rayos del sol hasta donde la tierra llora con las rodillas heridas.
Yo he puesto un nombre al Vacío; otro nombre solemne a la Nada. Sólo me falta el canto a la jornada agraria de tu esfuerzo; darle el nombre que tú aspiras al sentimiento; darle al rostro unos ojos; unos pétalos al dolor: esa es la misión del Vacío; entregarme y entregarte una mirada furtiva, opaca y distante: abrazo tan adentro los latidos de tu corazón, como el entusiasmo más reverente al Yo. Vencí; porque la jornada estaba vencida.
No soporto cuando la poesía en vez de ser en gramos; en sorbos, en suspiro, vuelven por ahí esos poetas de vidrios a envolverme en falsos llantos de sirena; tu, yo, y el Yo, tenemos una guillotina tan afilada para ese martirio de los malos poetas; ellosno alcanzan para llenar los riachuelos de llantos; sólo se enamoran en su propio infierno. Sólo descubro el Yo con la musa sublime de un soneto escrito con los párpados azules de las algas, con la mirada ingenua del niño sonriente, con la sutil mirada de mi madre, con el sonido melodioso, exigente y puntual de mi padre, cuando en vez regar las pérgolas, atiende el bramido del toro hambriento, moja el maíz, cultiva en mi la sutil gracia de conocer mi Yo. Y veo; lo siento, lo disfruto como un amigo, como un hermano gemelo cuya única gracia es llevarme a la tumba con los ojos abiertos; enterrarme en un bosque donde la soledad haya hecho su santuario; el silencio selevanta de las cenizas; allí canta el ruiseñor aquellamelodía que denuncia la aridez; agrega Poe, quizá, lo haga: enviarme una sinfonía de cuervos a través de litorales, tu y yo estamos heridos por las garras del avaro Gavilán; allí, allá están mis huesos; una porción de mi destino; unos gramos del olvido; un recuento del Vacío; una nomina atribuida a la Nada, pero así, lo confirma Sabato; Whitman entrega unos gajos de su barba de nieve; Domingo Moreno Jiménez rubrica su firma con alas de mariposas: allí estuvo erguido mi Yo.
He puesto a mi Yo nombre y apellido; vivo su archipiélago de fantasías; me atribuyo el concierto del arroz, el baile indómito de las guazábaras, los cantos emblemáticos del búho rebelde; el grito del Sur profundo; los sonetos al horizonte púrpura del mar Caribe. En fin, y es bueno que tú, él, ella, y usted, sepan el lugar exacto del canto:
Nueva York
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