Roberto
Rosado Fernández
Profesor UASD, San Juan de la Maguana.
Muchas
de las personas que emiten juicios de valor lo hacen sin estar seguros de que
aquello que afirman obedece a la verdad. Por lo general se le da mucho crédito
al rumor. El rumor corre muy rápido. Su velocidad sobrepasa las millas del
tablero del vehículo más moderno que existe. Es la emisora de mayor alcance y
la de mayor audiencia.
A los accidentes
de tránsito le agregan muertos y le doblan los heridos. A los casos de simple
consulta médica lo agravan, de tal manera, que parece en gravedad o agonía. Un
colma don lo elevan a supermercado, colocando a su propietario como rico
millonario. Todo entra en exageración.
Todo depende del
grado de simpatía que tenga con quien y de quien habla. Esto determinara su
disminución o elevación, su ridiculez o alabanza, en fin su grandeza o
pequeñez. Una trompada o bofetón es una
paliza o una gran pela de calzón
quitado. La muchacha o muchacho que le mira o cruza por su lado es para observar
su talento y su belleza.
El pobre es tan
pobre que no vale nada y el rico puede comprar hasta la belleza. Todo es como su percepción indica, nadie está por
encima de su creencia y quien cuestiona sus criterios entra en el mundo de los pequeños.
En ese mundo de
contradicción vive toda su vida envuelto en una aparente verdad. Una verdad
creada por él o ella de la que solo está seguro quien la afirma.
Su carro es el mejor,
su alcoba la mas especial y cara, sus hijos los más inteligentes, sus
utensilios de cocina los más caros, su casa la más hermosa y limpia del barrio
y sus amigos los mejores seleccionados. Así se pasa la vida diciendo cosas que
todos saben no es así mientras él o ella asegura su verdad.
Su partido es el
más puro aunque todos se hayan hecho millonarios con el erario público. Su
nota la más alta aunque se graduara con
el mínimo requerido para ser promovido o promovida. Su edad nunca pasa de 30
años aunque se note a distancia la que realmente tiene. Su figura se destaca y
todo quien le mira le envidia su exagerada belleza.
Todos los años le
eligen para representar la institución donde trabaja en eventos nacionales e internacionales de
los que nunca rinde un informe y su puesto de trabajo está asegurado por los
resultados que obtiene a favor del crecimiento y calidad de la institución.
Varias veces al
día le llaman de todas partes del continente para impartir conferencias sobre
temas diversos del mundo de la ciencia y que solo él o ella domina a la
perfección.
Nadie osa en
llamarle la atención por no exponerse a reprimenda de sus jefes debido a su
buen comportamiento y rendimiento en el trabajo. Todos deben recibir
orientaciones suyas que son las acertadas para que la institución permanezca
entre las principales.
Cada vez que opina
sobre algo se debe a los estudios realizados en esa área del saber.
Sus criterios son sentencias que asume todo lector debido a sus
incuestionables juicios de valor debidamente sustentados.
Es, a su juicio, filósofo,
sociólogo, historiador, periodista, locutor, geólogo, antropólogo, psicólogo,
poeta, analista, pedagogo y, mucho más.
Aristóteles, Sócrates, Platón, Marx, Engels, Lenin, Stalin y Jesucristo
tendrían que solicicitarle una consulta para pedirle revisión de sus criterios
antes de ser publicados o expuestos en público.
Así las cosas,
ningún humano podrá hacer nada sin su consentimiento y todo lo que se haga o
vaya a hacerse para desarrollar la nación, ya sea desde el gobierno o cualquier
institución de este, tendrá que ser aprobado por él o ella salvo que se quiera
correr el riesgo del fracaso anticipado.
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