Cada poema es único. En cada obra
late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el
poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.
Octavio Paz
El poema habla
de quien lo ha concebido. En el mismo, el mundo interior del poeta se nos
revela para entrar en comunión con nosotros, para confluir juntos en un
precepto o postulado, en una postura estética y vivencial. Por medio de un
escrito, está comprobado, podemos adentrarnos en el demiurgo, y una vez allí, hurgar
en sus posibles motivaciones y concepciones, conocer su interioridad, la dirección
de la propuesta poética. Y además, saber sobre sus aciertos y desaciertos con
relación a la vida. Es un hecho que las palabras van enunciando el propósito
último del cerebro, integridad intocable del sujeto; pero aprehensible por el
aliento plasmado en la página, llama votiva que no cesa de manar. De igual
manera, es posible calibrar el sentimiento que aflora a través de las ideas
contenidas en cada verso o estrofa, aquellas constitutivas del propósito escritural
que se ofrece. (El poema es el atisbo de una verdad ignota, íntima, individual,
no se olvide). Por esta razón, específicamente, desde que recibiera el archivo
contentivo de Al despertar, sentí los
ríos del autor escapándose de la página, como si fuera agua desbordándose hacia
el infinito, indómita, azul, ensanchando su cauce en la vastedad de la vida.
¿Quién originaba tales ondas?, ¿quién era aquel que se expresaba con esos
términos?, ¿quién era el dueño de esta voz brotando del bosque, destilando savia
y clorofila, a borbotones? ¿Era, acaso, una ‘mariposa de San Juan’1,
cifrándose en el aire universal del hecho poético? Cada línea flamea en su
propio aval, dirige la emoción de saberse contenido. Lo supe por su discurso
preciso en torno a la existencia, un decir vaporoso y ágil, que me torció el
ojo hacia la estructura vital, como escapándose de su hacedor.
Al despertar
encuentro mi
rebeldía
y mi verdad,
la luz
verídica y fraterna,
solidaria.
Al despertar,
con metas
aladas
enfrento
las
tribulaciones,
su ferocidad
irracional,
destilo
las
idealidades de mis sueños2.
El poema tiene que manifestar la autenticidad del
poeta, mostrar su visión más sutil o estremecedora de la realidad. De ahí el
extraordinario sentido de ‘su ferocidad irracional’ y la utopía más
inverosímil: ‘las idealidades de mis sueños’. En lo adelante, alguien
justificaría: “Libre de dogmatismo, vi razón en la estrofa, vi la fuerza del verso;
pero sobre todas las cosas, vi (léase viví) la imagen, esa que define la
poesía, esa que define al poeta. Vi la imagen que desborda la razón y a la vez
muerde la razón o motivo; esa otra razón que lleva al bardo a hilvanar palabras
y construir emociones. Vi ese ‘despertar’ que se dimensiona más allá del nombre
en este poemario”3. Este concepto, encontrado precisamente al
momento de escribir mis líneas, validaba esta percepción sobre el poemario. Qué
ale-gría, reconocer que mi visión era similar a otras, que no estaba
descubriendo nada, sino justificándola con mis apreciaciones. Más atrás, sabría
por boca de un poeta fraterno: “Su
poesía hace creíbles nuestros sueños, y ahuyenta la angustia existencial a
través de las palabras, buscadas y encontradas en el Olimpo de su armonía,
haciéndolas coincidir con el orden de nuestro universo. Su poiesis conquista las sanas ideas bajo el manto e hilo conductor de
la pulcritud expresiva. Su poesía es bella, es poesía que nos salva, que nos
educa ese ímpetu bestial heredado de nuestros ancestros, el cual ya no se
nombrará reflejo condicionado de Pávlov, sino reflejo condicionado de la poesía”4.
Enfermos de deseo y gozo
con fiebre de
alcoba,
de asombro de
voces,
se mece entre
dos sombras
la pequeña
muerte.
Fluyes, me
reduces, te reduzco.
Languidecemos
a polvo,
a ser
ausencia entre silencio y vacío5.
La pasión desvanece el contraataque de lo adverso, la imposibilidad
de concretizar el sueño. Posterior a la lectura del poemario, no perdí tiempo y
le dije a Ike Méndez, más o menos con estas palabras: “Observo que aquí está
reunida su esencia, sabiamente organizada en una gran metáfora. Debe atreverse
a publicarlo, porque es su voz deseando volar en otro espacio. Es un decir
poético fecundo, que me satisface sobremanera. Creo que es una propuesta
literaria importante, la cual merece ser conocida por los demás”. El texto
deviene en “(…) visión esperanzadora por sobrevivir a esta existencia que
aturde, que amenaza con lo absurdo e irracional la anhelada felicidad del
hombre”6. ¿Verdad o mentira? Para saberlo, hay que adentrarse en las
interioridades del texto, transitar en los senderos que propone, y coincidir o
no, con el universo planteado. Luego de que los versos escaparan de mis manos, irremediablemente,
ya vueltos libro transitando solo en su nimbo azul, los leería desde la
distancia. He razonado, solo para mí: la certidumbre y sinceridad nos aproximan
demasiado al otro, porque aquel es nuestro espejo, la reflexión íntima. Entonces,
la palabra precisa nombrando la esperanza, el deseo de ser en el viento, el
libro que nos convida a filtrarnos en su interior, en su precisión, en su proposición
que brota de la historia particular que es José Enrique Méndez.
mario
de san juan
(postrimería de la primavera, 2017)
Notas
2 Al despertar, pág. 13.
3
Galán, Bismar. La inquietud del verso. A
propósito de “Al despertar”, de José Enrique Méndez, tomado de Portal de
Identidad Sanjuanera, en Facebook.
4
De León, Sobieski. “La posible destrucción”, prólogo de Al despertar, Editorial Santuario, Santo Domingo, Rep. Dom. Pág.
10.
5 Pequeña muerte, pág. 25.
6 De
León, Sobieski. “La posible destrucción”, prólogo de Al despertar, Editorial Santuario, Santo Domingo, Rep. Dom. Pág.
10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario