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miércoles, 21 de junio de 2017

Al despertar, o la poesía vital








Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: Ya lo llevaba dentro.

Octavio Paz

El poema habla de quien lo ha concebido. En el mismo, el mundo interior del poeta se nos revela para entrar en comunión con nosotros, para confluir juntos en un precepto o postulado, en una postura estética y vivencial. Por medio de un escrito, está comprobado, podemos adentrarnos en el demiurgo, y una vez allí, hurgar en sus posibles motivaciones y concepciones, conocer su interioridad, la dirección de la propuesta poética. Y además, saber sobre sus aciertos y desaciertos con relación a la vida. Es un hecho que las palabras van enunciando el propósito último del cerebro, integridad intocable del sujeto; pero aprehensible por el aliento plasmado en la página, llama votiva que no cesa de manar. De igual manera, es posible calibrar el sentimiento que aflora a través de las ideas contenidas en cada verso o estrofa, aquellas constitutivas del propósito escritural que se ofrece. (El poema es el atisbo de una verdad ignota, íntima, individual, no se olvide). Por esta razón, específicamente, desde que recibiera el archivo contentivo de Al despertar, sentí los ríos del autor escapándose de la página, como si fuera agua desbordándose hacia el infinito, indómita, azul, ensanchando su cauce en la vastedad de la vida. ¿Quién originaba tales ondas?, ¿quién era aquel que se expresaba con esos términos?, ¿quién era el dueño de esta voz brotando del bosque, destilando savia y clorofila, a borbotones? ¿Era, acaso, una ‘mariposa de San Juan’1, cifrándose en el aire universal del hecho poético? Cada línea flamea en su propio aval, dirige la emoción de saberse contenido. Lo supe por su discurso preciso en torno a la existencia, un decir vaporoso y ágil, que me torció el ojo hacia la estructura vital, como escapándose de su hacedor.

Al despertar
encuentro mi rebeldía
y mi verdad,
la luz verídica y fraterna,
solidaria.
Al despertar,
con metas aladas
enfrento
las tribulaciones,
su ferocidad irracional,
destilo
las idealidades de mis sueños2.

El poema tiene que manifestar la autenticidad del poeta, mostrar su visión más sutil o estremecedora de la realidad. De ahí el extraordinario sentido de ‘su ferocidad irracional’ y la utopía más inverosímil: ‘las idealidades de mis sueños’. En lo adelante, alguien justificaría: “Libre de dogmatismo, vi razón en la estrofa, vi la fuerza del verso; pero sobre todas las cosas, vi (léase viví) la imagen, esa que define la poesía, esa que define al poeta. Vi la imagen que desborda la razón y a la vez muerde la razón o motivo; esa otra razón que lleva al bardo a hilvanar palabras y construir emociones. Vi ese ‘despertar’ que se dimensiona más allá del nombre en este poemario”3. Este concepto, encontrado precisamente al momento de escribir mis líneas, validaba esta percepción sobre el poemario. Qué ale-gría, reconocer que mi visión era similar a otras, que no estaba descubriendo nada, sino justificándola con mis apreciaciones. Más atrás, sabría por boca de un poeta fraterno: “Su poesía hace creíbles nuestros sueños, y ahuyenta la angustia existencial a través de las palabras, buscadas y encontradas en el Olimpo de su armonía, haciéndolas coincidir con el orden de nuestro universo. Su poiesis conquista las sanas ideas bajo el manto e hilo conductor de la pulcritud expresiva. Su poesía es bella, es poesía que nos salva, que nos educa ese ímpetu bestial heredado de nuestros ancestros, el cual ya no se nombrará reflejo condicionado de Pávlov, sino reflejo condicionado de la poesía”4.

Enfermos de deseo y gozo
con fiebre de alcoba,
de asombro de voces,
se mece entre dos sombras
la pequeña muerte.
Fluyes, me reduces, te reduzco.
Languidecemos a polvo,
a ser ausencia entre silencio y vacío5.

La pasión desvanece el contraataque de lo adverso, la imposibilidad de concretizar el sueño. Posterior a la lectura del poemario, no perdí tiempo y le dije a Ike Méndez, más o menos con estas palabras: “Observo que aquí está reunida su esencia, sabiamente organizada en una gran metáfora. Debe atreverse a publicarlo, porque es su voz deseando volar en otro espacio. Es un decir poético fecundo, que me satisface sobremanera. Creo que es una propuesta literaria importante, la cual merece ser conocida por los demás”. El texto deviene en “(…) visión esperanzadora por sobrevivir a esta existencia que aturde, que amenaza con lo absurdo e irracional la anhelada felicidad del hombre”6. ¿Verdad o mentira? Para saberlo, hay que adentrarse en las interioridades del texto, transitar en los senderos que propone, y coincidir o no, con el universo planteado. Luego de que los versos escaparan de mis manos, irremediablemente, ya vueltos libro transitando solo en su nimbo azul, los leería desde la distancia. He razonado, solo para mí: la certidumbre y sinceridad nos aproximan demasiado al otro, porque aquel es nuestro espejo, la reflexión íntima. Entonces, la palabra precisa nombrando la esperanza, el deseo de ser en el viento, el libro que nos convida a filtrarnos en su interior, en su precisión, en su proposición que brota de la historia particular que es José Enrique Méndez.

mario de san juan
(postrimería de la primavera, 2017)




























Notas

1 Mariposa del valle, pág. 46.
2 Al despertar, pág. 13.
3 Galán, Bismar. La inquietud del verso. A propósito de “Al despertar”, de José Enrique Méndez, tomado de Portal de Identidad Sanjuanera, en Facebook.
4 De León, Sobieski. “La posible destrucción”, prólogo de Al despertar, Editorial Santuario, Santo Domingo, Rep. Dom. Pág. 10.
5 Pequeña muerte, pág. 25.
6 De León, Sobieski. “La posible destrucción”, prólogo de Al despertar, Editorial Santuario, Santo Domingo, Rep. Dom. Pág. 10.

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