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miércoles, 8 de agosto de 2018

KAUNI, EN LAS GARRAS DEL GRAN AGUILA BLANCA

Americo Valenzuela G
En su rostro varonil quedaron impresas las huellas del tránsito de la viruela. Kauni posee un resguardo asido a la cintura fabricado de barro por su padre, es un talismán- figurilla protectora para la buena suerte y el logro de la felicidad- cargado de fuerzas y de misterios que tiene un tamaño de unos diez centímetros con un diámetro de tres, la imagen que representa al espíritu de montañas o trigonolito con presencia de tres cuevas-en obvia referencia al lugar envuelto en el pañuelo de nubes blanquecinas creado por el oxígeno de Ilkin- Air, residencia donde vibra y late el cristal de sol de Kulti-Umi- con portales de entrada y de salida y que posee un orificio para colgarlo, siendo una especie de ojal por medio del cual pasa un cáñamo fino y resistente fabricado de fibras de hojas de maguey que a su vez da la vuelta completa al cuerpo de este amigo.
Kauni es un hombre de ojos y de alma claros, saludable, alto y fornido, bien musculoso que va con el torso desnudo, y con el orgullo de su pluma clasificadora-según el orden de las tradiciones tainas- color verde-azulada (simbolizando la condición personal como padre de familia) decorando la marrón cabellera.
A su edad, ha fumado mucho más cigarros que todos nosotros juntos, y consecuentemente tiene picaduras muy visibles en los dientes, y estas le restan personalidad.
Al desaparecer tan misteriosa y tan repentinamente el Indio Kauni de la faz de la tierra, el caso dejó un tremendo y triste vacío entre sus hijos y su mujer, y en toda la tribu que lo amaba y que lo tenía como ejemplo de vida laboriosa y entregada al prójimo, pero su ausencia eterna terminó otorgándole el ascenso jerárquico justo y adecuado, además de honroso-asi ha sido la condecoración ganada
dentro del reino aborigen taino-, desde una pluma verdeazulada o azul verdosa hacia una pluma color rojo sobre su larga cabellera. Recordando el hecho de que, en la Plaza Ceremonial Aborigen del Maguana, los hombres de las tribu habían terminado el ritual espiritual de la debida gratitud a las alturas, en el festival de siembras, Kauni venía detrás de un coro juvenil saliendo de la Plaza, cuando repentinamente se presentó en el lugar un pequeñísimo remolino de viento que fue creciendo en dimensión y fuerza, y que detuvo a todos los presentes por el asombro y por la sorpresa, el torbellino de aire y de polvo en la medida en que se retorcia sobre si mismo y que se agitaba creciendo fue girando y desplazándose a gran velocidad y hacia todos lados, en un momento se pudo observar una especie de flama blanca en su epicentro, y prontamente unas extrañas nubosidades como copos de algodón o nieve fueron apareciendo en escena e introduciéndose en esa energía centrifuga, hasta formar un inmenso paño de nubes blancas que terminó cubriendo a todos, llevándose consigo en el acto, a Kauni. Muchos años después la población supo que Kauni había sido designado Guardián del Sendero de la Cueva de Kilti-Umi, que se le había proporcionado un manto-guerrera de cáñamo azul que usaba tirado hacia las espaldas, y de una lanza rematada con una extraña punta brillante de cristal de sílex, y que al golpear con esta la tierra, se producen contradicciones calurosas entre las capas tectónicas desenfrenando actividad volcánica y movimientos de terremotos.
La selva es la vida, en ella existe de todo y para todos en abundancia, buen oxígeno y buenas tierras agrícolas, agua de ríos y de lluvias, manantiales, arroyos, lagos, caudales subterráneos, aves, animales, peces, árboles frutales y tubérculos, y Kauni quien vivía en ella, sabia sustentar la vida propia y la de su familia. Es agricultor, pescador, cazador, fabricante, y comerciante. El desarrolló suficientes fuerzas
en los pulmones y en la garganta, y refinada puntería, como para disparar un pequeño petardo hecho de una larga espina de cambrón, colocando sobre los labios una de las puntas de una caña hueca, procedía a soplar la fuerte acumulación de aire retenido en los pulmones por el hueco del cañón de la vara, y con esta disparar el artefacto puntiagudo que previamente había colocado en el otro extremo de la caña, y con su fina puntería, la dura espina disparada terminaba atravesando y derrumbando el cuerpo de la apetecida ave. Durante variadas tardes, Kauni tiraba al lago, al caño, o al rio, colocándolos en lugares previamente seleccionados, varios pequeños chinchorros fabricados con juncos, caña, y cáñamos, a los cuales, al fabricarlos, les dotaba de un tipo de estructura que una vez el pez ingresa ya no encuentra puerta de salida, y los cubría y camuflaba de los ojos y de la astucia de los peces con hojas de guama y yerbas y plantas de las orillas, y antes del mediodía del siguiente día iba y los retiraba del agua, llenos, abundantes, repletos del apetecido fruto del agua.
Kauni tiene de herencia su propio conuco, voluntad, necesidad, y fuerza, y la bendición de agua de regadías permanente, y el beneficio de los periodos lluviosos, y la buena tierra, para realizar la tradicionalmente siembra de tabaco y yuca.
Desde muy joven aprendió a conservar frutos de siembras y de caserías, y en el área contigua a la casa, Kauni posee un fogón apto para fabricar cazabe, y mantener bien alimentada a su familia. Más allá ocupando otros espacios, él fabrica tinajas, ollas, teteras, y platos hondos de arcilla y de barro, todas decoradas por fuera con detalles de animalitos, aves, insectos, y numerosa simbología gráfica.
Kauni, el agricultor, poseía ásperos de labranzas, hachas de piedras de sílex, puñales de sílex, coas y arados de piedras y de maderas,
sogas, cáñamos, bolsos tejidos con guanos, etc. Y la fuerza y la voluntad de hacer parir la tierra.
Sabe comercializar con otras tribus por medio de trueques, y además de fumar el tabaco conservado, a la hora de trabajar y de rendir en la tarea, mastica las hojas secas.
Kauni sabe fabricar con pequeñísimas y finas ramas de duros árboles, trampas de caserías para aves de conucos, les da formas de canastas, y llenaba el interior de granos para conducir los pájaros hasta el interior de estas. También fabrica trampas de enredaderas de bejucos para cazar el jabalí, la tortuga, la iguana, y cualquier serpiente.
A quien en la selva vive la selva todo proporciona, y nadie allí tiene necesidad de almacenar grandes cantidades de cosas, Kauni solo ponía su parte en el ejercicio de su labor muscular y mental.
Todo ello quedó atrás, pero no olvidado, Kauni no estaba más. Aquellas entidades llevaban años observándolo, evaluándolo, fomentando su progreso. Hasta que llegó el día de alcanzar la inmortalidad.
La ofrenda-que obviamente había sido escuchada- de parte del padre de Kauni a las fuerzas del templo había sido señalada desde temprano con la imposición a su hijo de un amuleto asido con cáñamo en torno al torso.

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