Manuel Bidó Mateo
Mamá se levantaba temprano a preparar café y un rico
desayuno para que sus hijos pudieran irse contentos hacia la escuela. Nosotros
nos poníamos en fila de manera ordenada, es decir, por orden de tamaño. Yo era el mayor pero
siempre me ponía delante porque mi tamaño lo permitía. Algunos de mis hermanos
sentían celos al punto de enemistarse
conmigo; yo no les hacía caso. No les haga caso mi hijo decía Mamá cuando veía
que se molestaban mis hermanos. En esa
trifulca nuestra ella nos regañaba
enseñándonos que debíamos mostrar unidad ante todas las cosas.
Cuando salíamos del recinto escolar llegábamos a casa con
la boca ceniza implorando comer aunque fuera una tajada de aguacate, sin
embargo, la doña nos recibía con un almuerzo impregnado de amor, entrega.
Mi vieja era una especie de chica superpoderosa,
abogada, doctora, rescatista, psicóloga,
cantante,etc.
Nos hemos marchado de su lado, pero con el honor y
orgullo de que tuvimos una madre ejemplar merecedora de todos los méritos.
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