Conferencia dictada en el Primer Festival de las Letras sanjuaneras
mayo 2017
Escribir, es una actividad intelectual. Pero no es ni mucho menos una prerrogativa de "intelectuales". El origen y fin último de toda literatura, vale decir de toda escritura, no es otra cosa que el alma humana, esa caverna infernal del Hombre que se hizo espacio entre los intersticios de su materia. De ella brota todo el miasma fétido y ascendente de los siglos que el tiempo iría purificando hasta hacerlo respirable. Tal y no otro ha de ser su destino. Sigmund Freud, llamó a ese miasma el sub-consciente del Ser. El meta-poeta sanjuanero José Enrique Méndez lo evoca como origen del deseo, resaltando en éste como regla fundamental, el principio de que, "la palabra es el único camino para que el sujeto hable la verdad, la verdad de su propio deseo".
El oficio de escritor supone el placer y al mismo tiempo el dolor de un parto esperado, ambos extremos unidos por el sentido de responsabilidad del oficiante frente a la vida. Escribir es desde su origen, un acto de responsabilidad. Algunos lo asumen hasta la muerte y hay quienes mueren por asumirlo. De modo que el escribir se asume como un trabajo cualquiera.
Uno de los elegidos de los dioses lo describe de la siguiente manera: "Me resulta totalmente claro que tengo que hacer mi trabajo; todo lo que estorba ese trabajo lo elimino; todo lo que lo favorece, me interesa. O sea que por una vez, las cosas son muy fáciles(10).
Un Hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, bohíos, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara (0).
Ese Hombre que ha sido impactado por su medio ambiente, que devuelve al medio ambiente sus impresiones con palabras que ha ido colocando ordenadamente sobre las páginas en blanco de un libro, "ese Hombre", es para nosotros, el escritor.
Hablar no es lo mismo que escribir. El habla brota de nuestra espontaneidad, algo urgente, apremiante. Por las palabras nos hacemos libres, pero libres momentáneamente. El hablar nos disgrega. Escribir es diferente. El escribir nos recoge. Esas mismas palabras tendrán ahora en "el escribir" distinta función. No estarán al servicio del momento opresor sino de la totalidad de las circunstancias ante la vida íntegra (1-*).
Muchas veces, demasiado veces, lo que el escritor intenta en su obra es develar la miseria humana en todo el sentido de la palabra. En eso consiste para nosotros, el oficio de escritor. Una de las premisas inevitables en el abordaje del tema es la interrogante de si existe el escritor profesional como privilegiado del arte de escribir, o si cualquiera puede escribir y ser nombrado como tal. Qué es en realidad un escritor. Qué o quién define lo que es un escritor. De frente estarán los lectores, las editoriales y las editoras, las academias y universidades, los cenáculos de gente del oficio, los críticos de arte, los premios literarios, los ministros de cultura y sus asesores, los espaldarazos de amigos, el deseo de sobresalir (vanidad humana), el interés social-político y el económico.
El producto de un escritor es su obra y su calidad siempre estará en el camino que conduzca a lo que se intenta comunicar y a lo que el lector, destinatario de la misma, pueda comprender. El uso correcto del lenguaje será la clave de la comprensión. El escritor es un ser incompleto que completa el lector. Dialéctica sencilla pero contundente como es la Naturaleza en sí.
Para muchos, un escritor es alguien con obra publicada. Sin embargo, publicar hoy día es un verdadero acto de heroicidad sobre todo económica. En la Edición 2011 de la Feria Internacional del Libro de Miami, Estados Unidos de Norteamérica, se excluyó la presentación de libros auto-publicados por sus autores. Jorge Luis Borges y Marcel Proust, dos grandes de la literatura universal pagaron la edición de su primer libro. Para el narrador Abelardo Castillo "ser escritor no es publicar ni tener éxito, ni ninguna de esas cosas". La palabra "profesional" no existe en literatura insiste este autor, para a seguida afirmar que un escritor profesional es un artesano aplicado que puede escribir sobre cualquier cosa. Un escritor o un poeta es cualquier cosa menos un "profesional", a menos que le demos al término su valor etimológico de "profesar" y se profesa una idea, una fe, una causa. De modo que un escritor es un ente social que defiende una idea.
Hubo quienes nunca publicaron en vida y se hicieron famosos, como la poeta Emily Dickinson con su obra póstuma (2). A veces hay una convicción profunda de algunas personas que les hacen decir "soy escritor o escritora". Entonces ser escritor es una decisión personal, sólo que esa decisión personal no siempre basta.
Para el filósofo moderno francés Jean Paul Sartre, escribir como costumbre, como oficio produce libros. Muchos se preguntarán para qué sirven los libros. Hacen falta, sostiene. Y aún así, sirven porque forman la cultura y aún cuando la cultura no salva nada ni a nadie y no justifica nada, para el existencialista y pesimista filósofo francés, concluye que es un producto del Hombre. Y el Hombre se proyecta en ella. Se reconoce en ella como en un espejo crítico.
Lo importante en última instancia no es "el escritor", que éste sea renombrado o desconocido, con un mayor o un menor dominio técnico del texto, sino que el texto hable por sí mismo "sin la ayuda del escritor". Lo importante es lo que el lector entienda no lo que el autor haya querido decir, que el lector busque por sí mismo cómo leer y descifrar el texto. El escritor verdadero es fiel a la verdad; el escritor vanidoso, el falso escritor, es aquel que dirá "todo lo que debe callarse" por su falta de integridad y de coraje; callará todo lo que debe poner de manifiesto, o lo desfigurará por sus pasiones o su vanidad.
Lo que se publica es para algo. Para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo para que vivan de otro modo después de haberlo sabido. Para librar a alguien de la cárcel de la mentira. O de las nieblas del tedio, que es la mentira vital (Zambrano).
El caso de los poetas escritores "analfabetas" de Solentiname, orientados por el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal son un buen ejemplo de lo expresado. Y el nacido de esta ciudad, el sanjuanero Negro De los Santos (luchador deportivo en sus años mozos con el nombre de "La Manta Negra"), sin haber sido francés como Henri Charriere, ni haber escrito "Papillón" su famosa obra, escribió lo que él tituló: "La Victoria: Un Cementerio de Hombres Vivos", verdadero tratado de sociología de nuestras cárceles dominicanas producto de su experiencia vivida en ese habitáculo cruel e indigno de la condición humana. Sin embargo, ese manuscrito reposa inédito en nuestras manos.
Qué es lo que quiere decir el escritor y para qué quiere decirlo, para quién. Quiere decir el secreto, lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad. Las grandes verdades no suelen decirse hablando. La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, en el silencio de las vidas y que no puede decirse. Por esto que no puede decirse es por lo que tiene que escribir un escritor. Descubrir el secreto y comunicarlo son los dos estímulos que mueven al escritor.
Podemos resumir la argumentación diciendo que no es escritor todo aquel que publica. Ni todo aquel que publica y vende poco o mucho. Ni tampoco aquel que escribe y no publica. Para saber qué es un escritor habría que empezar a preguntarse qué no es un escritor. Existe la buena literatura y la mala literatura. Quién establece la diferencia. Existe una combinación de factores que van desde la crítica y el público lector hasta ese juez que es el tiempo.
Para Roland Barthes, la literatura no es un cuerpo de obras ni tampoco una categoría intelectual sino una práctica de escritura. He ahí entonces la clave del "escritor": Una práctica de escritura. José de Rosamantes, escritor barahonero autor de Biografía Sentimental de Arcadio Fernández, testimonia que escribe todos los días. Gabriel García Márquez, el colombiano insigne, tenía por costumbre escribir de nueve de la mañana a tres de la tarde todos los dias. He ahí una "idea" de lo que podría ser un "oficio de escritor". Porque hemos dicho ya que el escritor se auto-nombra, que escribir es una decisión personal, aunque es bueno recordar que esa decisión no siempre basta. Andrés L. Mateo diría: "esa decisión, no siempre tiene la última palabra".
De ninguna manera el "arte de escribir u oficio de escritor" no es ni mucho menos el producto de un docto intelectual salido de las academias literarias. Juan Rulfo se burla de ellos con mucha propiedad y autoridad moral. "Yo les tengo mucho miedo a los intelectuales, por eso trato de evitarlos; cuando veo a un intelectual, le saco la vuelta". Consideraba que el escritor debía ser el menos intelectual de todos los pensadores porque sus ideas y sus pensamientos eran cosas muy personales. Y escribir, eso todos podemos intuirlo, es adentrarse en los abismos del pensamiento.
La creación literaria puede ser una pasión febril, incontenible, como la que confesaba Petrarca, uno de la trilogía de escritores más famosa del Renacimiento europeo junto con Dante y Boccaccio. Extrañamente ansiaba escribir, pero no sabía qué ni a quién. Tenía tal vehemencia, tanta fuerza sobre él, que el trabajo se prolongaba hasta altas horas de la noche siendo más de su agrado que el descanso o el sueño. Se parecía a Balzac, que vivía de día y escribía de noche consumiendo grandes porciones de café para vencer su fisiología. Crear, escribir como arte, es una especie de "sacar demonios, fantasmas, del propio interior" para esos dos monstruos de la literatura universal que fueron Sábato y Cortázar.
No hay arte por el arte en sí. Todo arte es expresión de la necesidad sentida del Hombre. Códigos, símbolos a descifrar sostienen los llamados "estructuralistas", los "semióticos", especialistas en el lenguaje hablado y escrito.
Como escritura o como texto la literatura para ciertos autores se encuentra fuera del Poder. Ella trabaja en los intersticios de la ciencia, siempre atrasada o adelantada a ésta. De Borges se ha dicho que dijo muchas cosas que luego descubriría la ciencia. Justo es en este preciso momento, recordar también a Julio Vernes. Como la ciencia es vasta y la vida sutil, frágil, efímera, la literatura interesa para corregir esta distancia. Por eso, dos destacados poetas dominicanos se han arriesgado a definir su "oficio". Para uno de ellos, la poesía, "es también ciencia" (Víctor Villegas), para el otro, la poesía es "una actividad muscular" (Pedro Mir). Podría demostrarse desde el punto de vista de las ciencias anatómicas y fisiológicas ("estructura y función") ambos acertijos. Escribir bien puede entenderse ya, no como una abstracción, sino como un producto objetivo del cerebro. El genio garciamarquiano nos dejó antes de partir esta sentencia: "El escritor es, diez por ciento de talento y noventa por ciento de culo". Es obvio que se refería a tener el trasero bien acomodado en una silla, mientras se estaba trabajando en el oficio de escribir. Aunque el autor de El Viejo y El Mar y de Por Quién Doblan las Campanas, Ernest Hemingway, solía escribir de pie frente a su máquina de escribir.
Hay quienes postulan que la literatura es ficción, es decir que todo lo que leemos como literatura no tiene referencia directa con el mundo real. Que lo literario, sólo existe en relación con el texto en el cual aparece. Pero la literatura aunque parezca paradójico es profundamente verdadera (5). Para Verlaine, poeta francés, la literatura es algo superfluo y acartonado necesario para la creación estética pura.
El oficio de escritor debe considerarse desde diversos puntos de vista y no unilateralmente; él implica, o bien una filosofía del sujeto de tipo psicoanalítico, o bien una filosofía de la sociedad de tipo marxista o político. En lo que se escribe se puede encontrar diversas fuentes de significados y relevancias puesto que el significado no está dado por el autor. El significado debe ser creado activamente por el lector a través de un proceso de análisis del texto (Barthes).
Sobre la "inspiración" en el oficio de escritor podríamos acotar lo siguiente: Tomemos como punto de partida este fragmento metapoético del sanjuanero Ike Méndez: "…Me sorprende la musa que gobierna las leyes del azar irreverente/ la inspiración que surge como salto, como marcha/ en los rieles creativos del caos en rebeldía…"
No es esto acaso una demostración de un fluir de experiencias, de hechos vividos y registrados en nuestro cerebro, de sucesos caóticos y no elaborados en aquel océano tempestuoso que Freud llamara "Sub-consciente" y otros más tarde "elan vital". Platón, llamó a "eso" que alberga el interior del Hombre pneuma, y Aristóteles "entelequia, fuerza vital". De ahí, el llamado "vitalismo", corriente filosófica metafísica que se enseñoreó por siglos de la mente de la humanidad hasta que la Física y la Química como ciencias, le dieron su tiro de gracia para completar el trabajo dialéctico del pensamiento material, objetivo, real de las cosas.
Pero es ese interior "caótico" del espíritu del organismo humano el que impulsa la "creación literaria", la llamada "inspiración", que surge como expresa el meta-poeta sanjuanero "como salto, como marcha, en los rieles creativos del caos en rebeldía". Porque ha sido el "azar", "las leyes del azar irreverente" el que ha hecho y trazado como rebeldía toda la estrategia de la evolución de la materia y por ende de la evolución humana. El azar, reconocido como una categoría más de la Ciencia, ha sido el que ha preparado en el cerebro del Hombre la materia prima del escritor, que el "consciente" ordena y presenta al lector. El escritor debe ser fiel a la verdad. Y la verdad es lo que es, y no lo que nosotros queremos que sea.
Hay quienes ven en el oficio de escribir el sentido de la vida. Se vive para escribir afirman, y sostienen que la vida y la literatura no son muy diferentes, que uno se enfrenta a las mismas cuestiones, a las mismas contradicciones. Este planteamiento no es otra cosa que ser objetivo, interpretar correctamente lo que de contradictorio nos ofrecen los actos de los hombres haciendo la historia cotidiana. La disciplina, ciertos horarios de trabajo, son formas de elaborar y resolver las contradicciones de un escritor.
Muchos se sienten escritores porque para escribir no se necesita un largo aprendizaje como otras disciplinas. Para escribir, el aprendizaje es la propia vida viviéndose en nosotros y nuestro alrededor. Y aún cuando se diga que para escribir basta memoria y fantasía, no menos cierto es que la fantasía tiene contacto con el objeto, vale decir con la realidad, entonces no será una mera ilusión sino una fantástica realidad.
Marcel Proust es convincente cuando sostiene que el único medio que tiene el hombre de recobrar el tiempo perdido es mediante la obra literaria; al analizar cualquier obra, uno comprende que todos esos materiales que ella contiene, era una vida pasada. Por su parte
Steinbeck (6) cree que el oficio o arte de escribir es el torpe intento de encontrar símbolos para lo inexpresable, que el escritor en absoluta soledad, trata de explicar. De lo que se trata en el fondo es, de que el escritor sea realista o no, en sus planteamientos.
Por ese camino entonces transitan dos tipos de escritores: Aquellos que son escritores realistas y que interpretan de igual modo la humanidad y aquellos que son escritores evasivos, que hicieron residencia en las nubes de su propia fantasía y vanidad, en el auto-deleite y complacencia de su propio egoísmo.
Una observación atenta, reflexiva, nos hace diferenciar a esos dos tipos de escritores. La mayoría escriben porque buscan fama y dinero, porque tienen facilidad de hacerlo, porque no resisten la vanidad de ver sus nombres en letras de molde. Los otros, que son los "poco", son los testigos, los mártires de una época, hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. La escritura responde a una necesidad interior de comunicación. Esa es la raíz primaria, que luego puede transformarse en algunos casos en oficio (7).
Sobre el escritor se ha dicho que es portador de un arte, el arte de escribir. Pero para escribir como se escribe cuando se es escritor hay que tener un atributo indispensable: Sensibilidad. Hay cosas que tocan a algunos y a otros no; el hecho como se las arregla cada quien para expresarlas y presentárselas a los demás es a lo que llaman "oficio". Si el escritor se desprende de su sensibilidad, no hará otra cosa que transmitirnos noticias de su mundo. Tres temas tan solo tiene un escritor por delante: La vida, el amor y la muerte.
Por qué o para qué escribe un escritor. Porque si se propone vivir como escritor debe tener una razón muy poderosa. Para Roland Barthes (3) la escritura representó una revolución en el lenguaje y en el psiquismo del Hombre y con ello en la misma evolución humana ya que es una "segunda memoria" en el ser humano y es tan evidente para este investigador de la comunicación que recuerda que la Prehistoria se distingue de la Historia porque en la primera se carecía de escritura y sólo existía la tradición oral.
Desde los pictogramas, los petroglifos, logogramas y grafemas, el Hombre primitivo, desprendido de los homínidos conquistó la escritura para grabar las palabras. La escritura jeroglífica de los egipcios es de las más antiguas de las escrituras propiamente dichas y la fenicia, la primera escritura "alfabética" en el estricto sentido de la palabra que sólo tenía consonantes y a la que los griegos le agregaron las vocales. El latín, de donde proviene prácticamente todas las lenguas modernas no es otra cosa que una modificación de la escritura griega.
En el siglo XVII (Diecisiete) lo que actualmente llamamos literatura se designaba como poesía o elocuencia. Durante el Siglo de Oro Español, por poesía se entendía cualquier invención literaria de cualquier género y no necesariamente en "verso". A partir del siglo XVIII (Dieciocho) la literatura empieza a emplearse en Francia como "un conjunto de actividades que utiliza la escritura como medio de expresión"; a mediado de siglo, se refiere ya a "un conjunto de obras literarias"; pero ya a final de siglo, el término se especializa aún más y se reduce a "obras literarias de reconocida calidad estética".
En Inglaterra, para la misma época, el concepto que se tiene es que se trata de "el arte en que el Hombre plasma sus escritos". Pero éstos, no son sólo aquellos escritos de carácter creativo o imaginativo sino que abarcaban el conjunto de escritos producidos por "las clases instruidas". Cabía en el concepto desde la Filosofía y los ensayos, pasando por las cartas (epístolas) y la poesía. Eagleton (9) sugiere que los criterios para definir el corpus literario en la Inglaterra del siglo XVIII (Dieciocho) sean "ideológicos", circunscritos a los valores y a los gustos de una clase instruida.
A finales de siglo aparece otro discurso. El mismo autor nos cuenta que surge la palabra "poesía" como un producto de la creatividad humana, en oposición a la ideología utilitaria de la era industrial. Literato, era sinónimo de "visionario" o "creativo". Pero no dejaba de tener tintes ideológicos y hubo escritores en quienes se transformó en ideario político cuya misión era transformar la sociedad mediante los valores que encarnaban en el arte.
De esa Inglaterra industrial y países vecinos como Alemania, surgen escritores y obras literarias trascendentales que cambiarían el destino y la esperanza del mundo: Carlos Marx y Federico Engels y sus geniales obras y ensayos: Manifiesto Comunista, El Capital, El Estado, La Familia y La Propiedad Privada, Teoría del Trabajo Sobre el Origen del Hombre. Estos escritos de estos autores hacen brotar la Gran Revolución Proletaria de 1917 en la Rusia zarista y cruel, mucho más abarcadora e intensa que la Revolución Francesa de 1789. La Revolución Rusa, es la gran obra escrita por la humanidad, cuyos tomos completivos han estado escribiéndose: La Revolución China de 1949, la Revolución Cubana de 1959, la Revolución Verde Jamahariya Socialista de Libia, 1969, La Revolución Sandinista de 1979, La Caída del Muro de Berlín, 1989. No hay dudas, cada diez años la humanidad explota de rabia e impotencia frente a los imperios que se reciclan frente a su virtual asedio. Los imperios están en jaque frente a la humanidad que lucha y se defiende. De los escritores de hoy dependerá el jaque-mate. De la conciencia de los escritores.
Lo escrito es un instrumento de lucha. Lo escrito ha de producir un efecto. Un libro mientras no se lee es solamente un ser en potencia como una bomba que no ha estallado. Y todo libro ha de tener algo de bomba, de acontecimiento que al suceder, amenaza y pone en evidencia. El escritor saca "de sí", pero no puede ponerse "a sí mismo" aunque sea de "sí mismo" de donde saque lo que escribe. Debe sacar de sí la imagen fiel que le llega de afuera, que es lo que da transparencia a la verdad de lo escrito; el agregarle sus propias pasiones a la verdad que descubre y expone empaña y oscurece su escrito (4). El escritor debe ser fiel a la verdad. Y la verdad es lo que es y no lo que nosotros queremos que sea. Al fin y al cabo, escribir es un acto de amor, sino lo es, entonces sólo es escritura.
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